Opinión

El príncipe revolucionario

El príncipe Mohamel Bin Salman, heredero del trono saudí con solo 32 años,  ha provocado una revolución política y social en Arabia Saudí que incluso ha afectado al Líbano, cuyo primer ministro Hariri ha presentado su dimisión  hace dos días, cuando se encontraba de visita en Ryad. Todos los analistas han visto esta dimisión como una maniobra saudí contra Irán, pues Hariri ha justificado su insólita decisión con el argumento de que su vida corría peligro y que Hezbollah –el grupo amparado por Irán- trataba de desestabilizar  el Líbano, en la eterna confrontación entre suníes y chiitas.

La dimisión de Hariri coincide con el golpe de mano de Mohamed Bin Salman,  MBS en su país,  que  hace tiempo que ha comprendido que el petróleo no es una riqueza infinita y  por tanto hay que pensar en el futuro: Arabia Saudí solo puede sobrevivir  si se adapta a los nuevos tiempos, apuesta por el turismo de lujo, el ocio y las inversiones extranjeras y nacionales en campos hasta ahora ajenos a los hábitos saudíes. MBS emprendió  reformas sociales que no siempre han sido bien recibidas y que además rechazaban  los seguidores del wahabismo, una facción radical musulmana  con arraigo entre los saudíes, y que los expertos consideran muy cercana a los principios que defienden los terroristas. 

MBS, al frente de una comisión anticorrupción creada el pasado sábado,  ordenó la detención de medio centenar de personas, entre ellas 11 príncipes reales y cuatro ministros, así como empresarios. Todos ellos personas que se habían manifestado contrarios a MBS y a su empeño de  atraer nuevas inversiones a Arabia Saudí apostando por un más “moderno, abierto y tolerante”, con medidas muy  polémicas que se aplicarán a corto plazo. Entre ellas que  las mujeres puedan conducir, que las playas del Mar Rojo se abran a hombres y mujeres, y que el cine esté al alcance de cualquier ciudadano árabe.  

El heredero, de acuerdo con su padre el rey Salman, ha dejado fuera de juego a los hombres más poderosos de Palacio, entre ellos su propia familia. Pero la operación no está exenta de riesgo: aparte de que MBS se ha hecho enemigos importantes con su toma de poder, los sectores religiosos más tradicionales consideran una agresión la apertura social. Aunque sea necesaria para traer inversiones a futuro. No quieren saber nada de apertura, y mucho menos hacia los modos occidentales.

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