Opinión

Robert Mugabe, de libertador a dictador

La vida de Robert Mugabe, expresidente de Zimbabwe, su peripecia personal y su acción política es similar a la de otros líderes de países africanos que pasaron de ser luchadores incontestables por la liberación del yugo colonial a ser férreos dictadores una vez que accedieron al poder, defraudando las esperanzas de su pueblo que esperaba mejorar su condiciones de vida.

Mugabe dirigió su país, la antigua Rhodesia, como un latifundio particular desde poco después de su acceso al gobierno. Durante 37 años se las arregló para que sus victorias electorales fueran incontestables y no dudo en perseguir a los líderes de la oposición, utilizar los escuadrones de la muerte para lograr silenciar a los disidentes y se rodeó de una camarilla de fieles que se enriquecieron con sus maniobras mientras sumía al país en una profunda crisis económica y social.

Como otros dictadores africanos, su muerte a los 95 años en un hospital de Singapur se ha producido en la más estricta soledad, lejos de su país y sin ningún tipo de influencia ya en la vida política, tras haber sido depuesto por un golpe de Estado blando realizado por los militares cuando dos años antes pretendió presentarse nuevamente a las elecciones presidenciales.

Otros líderes de la liberación de sus países, sin embargo, si fueron capaces de transitar del colonialismos a una incipiente democracia y de lograr la admiración de sus pueblos no por el ejercicio de violento del poder y el miedo, sino por su verdadera dedicación a sus ciudadanos y su convencimiento panafricanista.

Como muchos de esos líderes africanos, Mugabe participó en la guerrilla para lograrla descolonización, pasó diez años en prisión encarcelado por el régimen colonial de Rhodesia, y cuando el país consiguió la independencia en 1980, ahí estaba él erigido en “padre de la patria” y como ejemplo a seguir por los movimientos de liberación surafricanos.

A partir de ahí comienza el declive de Zimbabwe, un país con infraestructuras decentes al que hundió como consecuencia del nepotismo y la corrupción y a medidas desacertadas. Su aversión a los granjeros blancos que poseían la mayor parte de las tierras le llevó a realizar una “reforma agraria” que constituyó un fracaso. El país que era el granero de la región se convirtió en un país pobre.

El detonante de su apartamiento del poder fue la lucha por su sucesión en la que intervino su mujer, Grace Mugabe, cuarenta años más joven del dictador que pretendía la continuación de la dinastía y que no dudo en reclamar la destitución del vicepresidente Emmerson Mnangagwa, conocido como “El Cocodrilo” por su astucia, quien finalmente fue designado presidente del país.

Mugabe has muerto, y Zimbabwe comienza a levantar la cabeza.

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