Opinión

5.383 trasplantes

A veces se me olvida y peco de pesimista, de enfadada, de agotada, de aguafiestas y de dejarme llevar por la hipnótica repetición de que en este país todo es un desastre. Aparece entonces un balance de 2022 y un número: 5.383. Eso son aproximadamente 14 razones diarias para creer en bondades, segundas oportunidades, esperanza y vida. Son, como mínimo, catorce motivos para sentir cada día orgullo por la sanidad pública, por el personal sanitario, por un trabajo de excelencia, por una labor solidaria única y por este país que tanto nos gusta embarrar.

5.383 trasplantes de órganos en un año nos sitúa como líderes mundiales. España tiene una tasa de donantes por millón de habitantes de 46,3 frente al 19,5 de la media europea. No son números estadísticos que surjan de la nada espontáneamente. Son, por un lado, el resultado de un trabajo intenso e inmenso de una larga lista de profesionales: Desde investigadores a cirujanas, pasando por atención primaria, médicos de diversas especialidades, enfermeras, conductores de ambulancia, pilotos, psicólogas, anestesistas, personal de limpieza o celadores, entre otros. Todos engrasados y listos para encajar en ese complejo engranaje que supone un trasplante, siempre a contrarreloj y que no admite errores.

Son, por otro lado, el regalo más solidario e importante que nadie nunca podrá hacer y que nadie nunca podrá recibir, porque significa el todo. Es la posibilidad de esquivar a la muerte, a veces, en el último instante. No sé si las personas donantes o las familias que, en ausencia de una voluntad clara, dicen sí en nombre de sus fallecidos son totalmente conscientes del futuro que regalan de manera tan generosa. No tengo o no conozco las palabras justas para explicarles lo que nos dan en el instante de su horror.

Con minutos de diferencia, a unos se les desgarra la vida y el mundo se les vuelve negro con un abismo gigante lleno de pena por delante y otros reciben una cuerda para agarrarse a una vida que podrán vivir con calidad. A nosotras el sí de una familia anónima, algo que garantiza la ONT con gran acierto, nos regaló diez años de un padre único que vivió cada segundo plenamente feliz. Y no hay dinero, ni vidas, ni agradecimientos en el mundo con los que podamos pagar.

La Organización Nacional de Trasplantes sólo atiende a cuestiones médicas para elegir un receptor por encima de fronteras, ideologías o situación económica. Una intervención así supone largas horas de quirófano y entrega absoluta de un equipo inmenso, sin contar el cuidado médico imprescindible del antes y el después. Y todo esto sólo es posible con esta maltratada sanidad pública y universal, sus profesionales y el sí a las donaciones. No hay milagros. Defendámosla con uñas y dientes. No lo pienses: hazte donante.

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