Opinión

El aburrimiento bueno y malo

Dicen los expertos que el aburrimiento no es cosa mala, que tiene beneficios y que todos deberíamos experimentar esa sensación más a menudo. Habrá que empezar a querer un poco más el aburrimiento y darle más bienvenidas que portazos. Lo que no sé es si hay varios tipos de aburrimiento, sospecho que sí. 

El aburrimiento que nos invade algunas tardes de descanso debe ser el bueno. El bombardeo que llega desde todas las partes sobre la necesidad de estar siempre activos nos hace sentirnos tremendamente culpables, si perdemos horas en no hacer nada y en bostezar. Y lo cierto es que si no fuera por esa losa impuesta de lo que está bien y no, estaríamos muy descansados y relajados aburriéndonos. No pasa nada por no hacer nada. Esa obligación impuesta de llenar todas las horas con actividades sólo genera frustración, porque generalmente queda incumplida. Los ratos muertos en los que no podemos ni levantarnos del sofá son reparadores. Conviene aburrirse así de vez en cuando.

Otra cosa es el aburrimiento que cada vez más nos producen las cosas que pasan a nuestro alrededor. Ese tipo de desidia ya no es tan positiva y sus consecuencias puede que ya no sean tan reparadoras. Nos aburren las constantes peleas políticas donde no hay argumentos y sólo se escuchan frases sin sentido. Así que queremos pasar de largo de todo lo que lleve el apellido político. Pero las decisiones que se toman en ese ámbito afectarán a nuestra vida y nuestros derechos y debería mantenernos muy despiertos. 

Nos aburren las gracias sin gracia de algunos dirigentes. Y damos la espalda esperando que se esfumen. Pero eso no sucede. Porque mientras los aburridos nos tapamos los ojos y los oídos, el séquito seguirá riendo y el gracioso, como sucedía en el colegio, se creerá más importante. Y entre bostezo y bostezo, la ciudad muere. Pero ella no lo hace de aburrimiento, si no de desidia, de abandono calculado, de decisiones infantiles, de proyectos incumplidos, de proyectos extravagantes, de cierre, de clausura y de censura. 

Nos aburren imágenes repetidas. Y creyendo que ya lo hemos visto y oído todo demasiadas veces, ignoramos los dramas que nos van a afectar. Guerras, refugiados, inmigrantes muertos, inmigrantes asesinados, ya no nos conmueven. Lejos quedan las promesas del mundo al niño Aylan o a la población afgana. Demasiado aburrido todo.

Nos aburren las personas que nos alertan de los peligros de palabras que rechazan al otro, que nos dicen que nada es para siempre, que alertan de perder derechos, que insisten en la necesidad del feminismo. Aburridas. 

Pero cuando nos levantemos del sofá y queramos divertirnos de nuevo, quizás descubramos que ese desinterés ha durado tanto que nos ha llevado a otro siglo, tal vez menos aburrido, pero mucho más peligroso.

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