Opinión

El anhelo de Rosalía

El dibujo del arco iris que veo colgado en la ventana del tercero me saca una sonrisa. Lía y Anxo son los niños que lo han dibujado. Son pequeños. Creo que eso es una gran ventaja para ellos, a pesar de no poder salir a jugar a la calle. Al menos están libres de pensamientos angustiosos. Oigo cómo se pelean, cómo lloran, cómo se enfadan y también su risa contagiosa, inocente y con mucha vida. Corren por el balcón como si fuera una pista de atletismo con una meta urgente que alcanzar y me dan mucha envidia. Es justo en ese momento cuando Rosalía sale con la escoba para barrer la porquería acumulada en doce horas. Se queda quieta mirando hacia el lugar del que surge la energía infantil. No puedo leer lo que se le pasa en ese momento por la cabeza. Su cara es impenetrable.

Rosalía y Jose son pareja desde hace una década. Comparten algunas aficiones, no todas, siempre es saludable dejar espacio para coger aire fresco. Reparten sus obligaciones como buenamente pueden con sus trabajos. Distribuyen su tiempo para quererse, para reír con amigos, para beber, para bailar, para lo que toque. La llegada de esta parada impuesta al mundo ha supuesto un auténtico seísmo para ellos. Tras atravesar tormentas que parecían insalvables, habían llegado a puerto seguro.

Rosalía y Jose siempre quisieron ser padres. Un deseo no concedido que fue una obsesión y se transformó en un combate salvaje contra todo y a veces contra todos, ellos incluidos.

Rosalía sigue con la mirada a Lía y a Anxo. Ya lo hacía antes. Mantiene fija la retina en cada gesto, rastrea cada movimiento y escucha. Desde su balcón les saluda. Ellos se quedan quietos los segundos precisos para responder. 

Rosalía retrasa entrar de nuevo en la casa. ¿Cómo sonaría ahora si no hubiese sucedido esta pandemia? ¿Qué color inundaría la habitación? ¿Qué sabor condimentaría la cocina? Repasa los años de esperas inútiles, de esfuerzos en vano y de dinero invertido.  Revive a cada minuto aquel ansiado sí que la hizo volar infinitas veces hasta este aterrizaje forzoso. Se han desperdigado por la casa los restos de una adopción que no podrá ser por ahora y nadie los ha recogido aún. Aún así se sienten padres, mantienen un duelo que pocos comprenden y se entrenan para un nuevo combate que no saben cuándo se reiniciará. ¿Habrá otra oportunidad? ¿Serán capaces de encontrar el próximo camino? Resignada Rosalía entra. Anxo y Lía siguen jugando. El virus nos para, pero el contador de tiempo sigue su curso. ¿Habremos envejecido o rejuvenecido cuando nos pongamos en marcha de nuevo? 

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