Opinión

El viaje de Lucía

Hoy me vestiré como si fuera a poder saborear la calle. Dejaré el chándal aparcado por unas horas e imaginaré sentir de nuevo los aires de libertad, tantas veces cantados por poetas. Mientras busco en el armario algo de color, no puedo evitar sentir una carga de culpabilidad. El encierro aún no ha cumplido ni sus primeros quince días y a mí me falta aire. Anhelo la paz que regala la seguridad de que todo irá bien, o razonablemente bien.

Y es en ese momento cuando, de manera inconsciente, busco desde mi habitación la ventana de Lucía. ¿Cómo vivirá ella esta ansiedad colectiva que recorre el país por estar encerrado? ¿Se conmoverá con nosotros, nos compadecerá o, por el contrario, sentirá deseos de lanzarnos a la cara sus propias silenciadas angustias? Apenas le pongo ya rostro a Lucía. Demasiado tiempo sin encontrarnos, salvo por esas noches en vela en las que la tenue luz de su habitación dejaba adivinar su diminuto cuerpo.

Te puede interesar