Opinión

Ellas bailan

Hoy toca airear, sacudir con fuerza las telas de arañas que se hayan podido acumular a lo largo de las semanas y vestirse para la fiesta. Hoy es sábado y aunque no podamos escapar más allá de unos metros cuadrados, es un buen momento para lanzarse a la conquista de nuevos aromas. Hay que crear recuerdos, también en pandemia. Mientras acabo mi café con todas las ventanas abiertas, escucho la inconfundible voz de Manolo García: “Y a los que aman y se equivocan,/ a los que aman sin demandar. /A los que aman sólo entregando, /A los que se entregan no sin denuedo, /Salud y larga vida errando. /Y ahora vamos a andar despacio/ Por nuestro sagrado y pequeño espacio”. La música sale del primero. Tarareo, miro sin reparos y las veo bailar. Se ríen, se cogen las manos, las sueltan, se besan y siguen a sus cosas. Se las nota felices, no sé si totalmente ajenas al mundo que las sostiene o tan sólo protegidas por momentos desbordantes de música y color, que ellas han decidido crear. Sea por lo que sea, están moldeando su propio refugio mientras todos somos arrastrados por este tornado imprevisto. 

Convivir no es fácil y comenzar a asentar los primeros cimientos en estas arenas movedizas, no deja de ser un riesgo. Desconozco si ha sido una decisión propia o si esta tormenta arrolladora las empujó a una desconocida vida en pareja antes de lo pactado. Sin duda, este será un complejo ensayo cuyos resultados marcarán demasiadas cosas. 

La música continúa. Cambian los ritmos, las letras, las voces, pero ellas se mantienen sonrientes, ajenas a mi mirada: se encuentran y se desencuentran a cada minuto, se pierden y se buscan a cada rato. Comenzar la vida en pareja con la obligación de no separarse y de no compartirse con nadie, ¿no es ese el sueño de cualquiera que sienta que sólo había la nada antes de esa primera mirada? Moverse con las otras manos, descubrir canciones, tropezar con los mismos pies, explorarse. Todo sin paréntesis de realidades, sin un reloj externo que nos marque los tiempos. Ellas aún están descubriendo las primeras veces. 

Esta pandemia será una dura prueba para los amores novatos que tendrán que sobrevivir a baños compartidos, ropas al descubierto, dentífricos sin cerrar y panes empezados. Ellas cantan juntas y siguen bailando. Entre secretos y confesiones aún por desvelar, deberán aprender a reconocer los silencios que mantienen con vida la convivencia. En caso contrario, corren el riesgo de estrangularla con ruidos distorsionadores. Pero eso hoy aún está lejos. 

Sigo mirando sin pudor. No importa, ellas no pueden ver fuera de esa ventana, no lo necesitan. La casa se sigue aireando. Hoy no habrá noticias. Hoy el patio quiere colores.

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