Opinión

La incoherencia


Una de las cosas que en los últimos tiempos más me fascina es la práctica habitual de la incoherencia. Los seres humanos, por lo que que sea,  somos incoherentes muchísimas veces a lo largo de nuestra vida. Y es un hecho -no una intuición- que no a todos nos pasa la misma factura. Para unos, resulta un trago amargo que provoca más de una indigestión con secuelas estomacales a largo plazo y para otros muchos es ya una forma de entender la vida que asumen sin ninguna secuela cerebral. Y eso me asombra.

Es cierto que todos tropezamos en algún momento del camino en esa piedra de no ser lógicos y consecuentes con los principios que profesamos. Y también es verdad que, casi siempre, la conciencia entra en un bucle que gira a gran velocidad para encontrar justificaciones, más o menos ciertas o más o menos benévolas. 

Hemos presumido de esa conocida marca deportiva al tiempo que la acusamos de explotación laboral infantil. En algún momento hemos disculpado actitudes aún sabiendo que estaban mal. Nos hemos callado ante situaciones que a otros les exigimos que denuncien en voz alta. Alguna vez miramos con disimulo hacia otro lado cuando se comete ante nosotros algún acto reprobable. Incluso aceptamos estar en espacios donde sabemos que nuestros principios son despreciados. Caemos en esa trampa de la incoherencia por unas u otras razones: amistad, familia, supervivencia, ego, deseo…Y la mayoría padece después noches de insomnio intentando entenderse a sí mismos y buscando perdonarse por esos deslices.

Pero después están los que se pasean de la mano de la incoherencia presumiendo de ella y exhibiéndola sin ningún pudor.  No sé muy bien qué significa: si una desmedida inconsciencia, un desprecio a la propia dignidad, poner por encima de todo intereses más valiosos o pensar que los demás no seremos capaces de descubrirla. No tengo la respuesta o, más bien, es que nunca hay una sola para estos casos.

Lo peligroso de estas personas incoherentes es que, la mayoría de las veces, arrasan con demasiadas cosas: la confianza de los demás, el convencimiento de que algo puede mejorar, la solidez de unas ideas, la lealtad… y afianzan otras: el desapego, el descrédito, la desconfianza, la traición o el dedo acusador. Y mientras siembran el caos en su entorno duermen tranquilamente contando, probablemente, las ganancias. (Si está pensando en nombres, una confidencia: el mundo no es sólo política, aunque sea más visible.)  

En los casos de incoherentes profesionales me cuestiono si no se tratará más bien de un engaño calculado y dudo si quiero saberlo.  Asumo con ello no ser coherente con mis deseos y mi pensamiento. ¿Es por comodidad, salud mental, conformismo o hastío? Pensaré la respuesta.  

Y usted, ¿ha sido incoherente en el último año? ¿Sabe por qué?

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