Opinión

La política sí sirve

Creemos monstruos. ¿Por qué no? Cojamos retales de tacto áspero que rocen la piel hasta hacerla sangrar y empecemos a coser. Después cebemos a la criatura con basura, mentiras  y veneno. Hagamos que crezca con  palmadas de aprobación y gritos de ataque, hasta que empiece a devorar salvajemente todo lo que encuentre a su paso. La historia ya nos advierte de estos monstruos que siempre se vuelven incontrolables, incluso para sus supremos hacedores, que tarde descubren que no pueden contener el derribo que han creado y que también los sepultará.

A veces para empezar con el monstruo, los retales pueden ser esas frases que hacemos propias: “todos los políticos son iguales” o “la política no sirve de nada”. Nos las creemos, sin querer ver los intereses que esconden y que buscan arrastrarnos a abismos en los que ya caímos. No es verdad que todos los políticos sean iguales, los hay demócratas y los hay fascistas, y no es lo mismo y lo sabemos. No todos están dispuestos a todo por mantenerse en un cargo. Creo que la mayoría sabe que hay líneas que no se pueden cruzar porque llevan a arenas movedizas que acaban por tragarnos. No es cierto que la política no sirva de nada. La política lo es todo, porque es la base de la democracia en la que queremos vivir. 

Aceptar esas ideas como verdades absolutas y dejarnos llevar por ellas, por cansancio o hartazgo, es el alimento principal para que el monstruo crezca y las dictaduras se apoderen de nuestras sociedades, convirtiéndonos a todos, por la causa más nimia, en potenciales elementos a eliminar. 

Lo que sí deberíamos empezar a asumir como una verdad incuestionable es que no todos los políticos merecen ser nuestros representantes en las instituciones que nos hemos dado. Lo que sí deberíamos es iniciar la construcción de barreras infranqueables para las personas que, desde tribunas democráticas, desprecian al contrincante y azuzan en su contra a una jauría cada vez más violenta. Aún estamos a tiempo de impedir que en la política habiten personas que buscan destruir la convivencia, mintiendo e insultando, para erigirse en salvadores de la ruina que han provocado. Es también necesario que sepamos que hay grupos -elegidos democráticamente- que sólo buscan dinamitar con delirios, derechos, libertades, el respeto institucional y las ideas que les son ajenas.

El debate debe ser sagrado en cualquier espacio y debemos protegerlo siempre. Pero lo que está sucediendo en el Congreso en los últimos tiempos es otra cosa. Hay ataques que ya no podemos permitir por salud democrática y comparecencias que deben contar, sin peros, con el rechazo unánime de una sociedad sana. Para crear muros de contención nos hemos concedido el poder del sufragio. Y para eso debe servir la política, para protegernos de quienes no creen en ella.

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