Opinión

Señora Ana Rosa Quintana

Señora:  Me dirijo a usted, no por interés en su persona ni en sus circunstancias, (aunque me alegro de que éstas sean mejores que las de hace un año), sino por el daño que provocan sus palabras. Permítame recordarle que un cáncer no es una travesía heroica (lo cual creo que sabe), ni una guerra en la que colgarse medallas a medida que se superan etapas, no batallas (qué cansino este lenguaje marcial). El cáncer es una hostia a mano abierta que pone del revés tu vida y la de los tuyos y que no queda más remedio que afrontar. No hay camino ni actitud vital que exima de ello. Así que, querida señora, convertir la vuelta laboral en un espectáculo televisivo con aires de reconquista es nocivo, como intuyo que sabe. 

Déjeme decirle que los y las trabajadoras no podemos aceptar que - ni irónicamente, ni seriamente- se cuestione la inversión en sanidad e investigación, como hizo usted de manera nada inocente esta semana. Esa sanidad pública permite a las personas enfermas de cáncer o de otras dolencias, (no héroes, heroínas o ejemplos), acceder a tratamientos que la mayoría no podríamos pagar, ni aún empeñándonos en cien vidas. Todo céntimo destinado a este ámbito no es gasto, son vidas que pueden tener otra oportunidad, incluida la suya. Permítame decirle señora que arrojar sombras sobre esto es, cuanto menos, repugnante y debería prohibírselo a sí misma. Se llama responsabilidad, ser decente y ser solidaria.

Pero además le contaré, porque dudo que lo sepa, que cuando el cáncer aparece, el terror y el dolor llegan con problemas laborales, económicos y de cuidados. La mayoría de las familias ven cómo disminuyen sus ingresos y cómo los horarios rutinarios son incompatibles con la atención permanente necesaria. Las familias descubrimos que las duras sesiones de quimio y radio y sus consecuencias son irreconciliables con la vida anterior y tenemos que tomar complejas decisiones. Pero usted de todo esto no sabe nada señora, porque de ser así, no se hubiese atrevido a mostrarse como se mostró, en un programa de gran audiencia.

Por último, no es un milagro que usted esté ahí, es el resultado de jornadas impagables de personas que, aún con precariedad, intentan frenar las devastadores consecuencias de una enfermedad. Por eso usted no se encomendó a ninguna divinidad y buscó la ciencia. Sobrevivir a un cáncer tampoco es cuestión de voluntad - ¡Ojalá!- como en su momento alegó Spiriman, lamentablemente fallecido, pero que tanto dolor infligió a quienes perdimos a nuestros seres queridos, por hacerlos culpables. 

Señora, tal vez no ha entendido nada, aunque intuyo otros intereses, y por eso, creyéndose periodista (nada más alejado de la realidad) escupe barbaridades, sin factura que pagar. Sé que no leerá la carta señora Ana Rosa Quintana, pero, francamente, querida, me importa un bledo.

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