Opinión

Y soñaba con ser batería

Él soñaba con ser batería y ella con acompañarlo por el mundo. Y así serían felices. Un día, un año o toda una vida. Al final fue nunca y las baquetas estuvieron en el rincón mucho tiempo, tanto, que el pelo fue largo, fue corto, fue media melena, fue rapado y volvió a ser corto. Y en ese momento, justo ahí, ella encontró aquellos trozos de madera.

Él soñaba con recorrer el mundo y ella con agarrarlo fuertemente a la tierra para que no se perdiese. Y así sonreirían durante toda la vida que, finalmente, nunca fue. Y durante todo ese tiempo, en el que el pelo fue negro, fue rojo, fue azul, fue gris y volvió a ser negro, ella lo olvidó, no del todo, pero lo suficiente para seguir caminando. Y tocó aquellas baquetas con cuidado, con mimo y las acarició. 

Él soñaba con hacer volar con su batería y ella con protegerlo dulcemente con unas alas pintadas, pegadas en un viejo cartón de leche. Y así podrían quererse un poco más todavía. Refugiados, escondidos. Miró las baquetas con ojos del pasado y quiso saltar al futuro que ya estaba gastado. 

Él soñaba con ser el mejor y ella con arroparlo en las noches demasiado oscuras y frías. Y así podrían abrazarse hasta que las pesadillas ya hubiesen terminado y ella podría consolarlo de los miedos que lo habían conquistado. Con los ojos cerrados supo recorrer los caminos andados y mientras los dedos iban acariciando las baquetas se dio cuenta de que no recordaba su cara.

Él soñaba con aspirar la vida y ella con soplar el polvo muy lejos de los dos. Y así podrían haber sido felices. Un día, un año o toda una vida. Pero no fue. Y las baquetas están viejas y astilladas y ella hace un esfuerzo por adivinar aquellos ojos que perdió y no consigue escuchar la agónica batería que aún sigue al fondo de la memoria. 

Él soñaba con ser batería y ella con acompañarlo por el mundo. Pero las baquetas quedaron olvidadas en un viejo rincón y su cara se borró en un viaje que aún no sabían era el último. Respira y piensa en un nuevo color para el pelo.

Y sabe que nunca fueron felices, aunque entonces comenzaba julio, como ahora. Pero ya se sabe que el verano no es mucho de fiar y las baquetas nunca fueron más que dos pequeños palos. 

Te puede interesar