Opinión

¿Y ahora qué?

Salimos a la calle, gritamos nuestra rabia, nos dejamos ver y exigimos que no haya olvidos para que, a quien le toque, busque soluciones que no sean papel mojado. ¿Y ahora qué? Lucieron lazos, acapararon fotos, prometieron trabajo, firmaron pactos, se manifestaron comprometidos. Unos y otras. Otras y unos. Desde izquierda, derecha y ¿centro? ¿Y hoy qué?

Nos implicamos, lloramos con su desesperación, sufrimos con su incertidumbre, nos comprometimos a no olvidar a sus muertos, a sus desaparecidos, a sus secuestrados, a sus asesinadas. Marchamos con pancartas, pegamos carteles, nos manifestamos y juramos estar siempre ahí y no dejar a nadie sola, a ninguna persona, a ninguna familia. Fue Jeremy, fueron las víctimas de Angrois, fueron Anna y Olivia, fue Gabriel, fue Sandra Palo, fue Marta del Castillo, fue Nerea, fueron los asesinados el 11M… Fueron hace un día, hace un mes, un año o una década. ¿Y qué pasó después? ¿Dónde estamos nosotros?

Me temo que cada quien peleando con su día a día, con llegar a fin de mes, cuidando a los suyos como buenamente puede, con sus propios fantasmas y sus propios cementerios. Sí, los olvidamos, porque necesitamos seguir viviendo. Sí, los dejamos solos, porque la vida no nos permite pararnos a todos en la misma estación y el mismo día. Sí, su pena es suya y sólo suya, como la nuestra es sólo nuestra. Y sí, su puerta se cierra cada día con la soledad de las ausencias.

¿Y dentro de varios meses, qué? Si el volcán se ha callado, ¿cuánto pensaremos en La Palma? ¿Lo mismo que pensamos todavía en los damnificados por las inundaciones de Lorca o en Afganistán o en las víctimas de esta pandemia? Sabemos la respuesta, vivimos con ella y la olvidamos cuando es necesario.

Porque sí, mentimos como sociedad. Aunque sea para sentir, por unos momentos, que seguimos siendo buenas personas como conjunto, porque cuando gritamos esas consignas lo hacemos desde las entrañas, convencidos de lo mucho que podemos ayudar y conseguir, convencidos de que unidos seremos invencibles. Pero la tragedia une lo que ésta dura, aunque no lo queramos reconocer, porque no podemos pararnos. Nosotros no, pero para eso votamos. Prestamos las herramientas a quien nos representa y debemos exigir que encuentre soluciones duraderas, acuerdos que nos beneficien a todos, trabajo y respeto para el bien común de una sociedad que cada vez debe tener más garantías de buen futuro.

En Ourense, en la calle, hace algo más de una semana se escuchó bien alto un grito de socorro, aunque el alcalde intentara silenciar y ridiculizar, antes y después, una convocatoria hecha desde la libertad. Y la pregunta es otra vez, ¿y ahora qué? Afortunadamente, a veces, aunque demasiadas pocas, la pregunta encuentra su respuesta, y a eso, algunos le tienen miedo.

Te puede interesar