Opinión

Chicle para los ojos

Desde que Carlos Arguiñano convirtiera el programa “La cocina de cada día” en un éxito televisivo sin precedentes hace ya casi treinta años, los “realities” culinarios se han reproducido de una manera tal que tenemos chefs “celebrities” hasta en la sopa. Tal es además su protagonismo, que los medios, en lugar de sonsacarles en cómo rayos hacer para que la mayonesa no se corte o la técnica para limpiar un chipirón, les preguntan, como si el que respondiera fuera el mismo George Steiner, sobre cualquier asunto de filosofía política de primer orden. Y te encuentras a un tipo o tipa, que normalmente asocias con las digestiones, soltándote una teórica, cuando no una moralina, de muy señor mío y con menos fundamento que un emplatado sin perejil.

Aunque ya Román Gubern ya sostenía en 2005 que “el 80% de lo que hoy se ve en la pequeña pantalla es basura”, no habría que demonizar los programas de entretenimiento en televisión. El propio ensayista y catedrático de comunicación audiovisual los socorría de la quema por resultar este tipo de programas un recomendable “chicle para los ojos” para quien se sienta al final de la jornada laboral ante el televisor y necesita poner la mente sobre algo ligero e intrascendente. El problema lo focalizaba sobre los efectos que para la salud del intelecto provoca el consumo único o excesivo de tipo de programas, que vincula con los derivados de una alimentación únicamente basada en chicles o grasientas hamburguesas. 

Como era de esperar, Televisión Española también ha contribuido a la saturación de este tipo de programas con la emisión de “Máster chef”, formato que han estirado de tal forma que ya nos hemos tragado las versiones “junior”, “celebritie” y no sé cuántas más. Los que pensamos que las televisiones estatales debieran desaparecer, todas, por contribuir activamente a aumentar el déficit público, ser una grosera extensión del tentáculo político y una bochornosa y desleal competencia de las cadenas verdaderamente privadas (no me refiero a A3, Cuatro, Telecinco y la Sexta, todas ellas públicas), también sostenemos que resulta francamente odioso que no se tenga el escrúpulo suficiente para dejar de emitir el “chicle para los ojos” al que se refiere Gubern. 

“Siete días sin ellas”, “Operación triunfo”, “Maestros de la costura” o “Máster chef”, son claros ejemplos de este tipo de programación indeseable en una televisión estatal. A pesar de la aparente rotundidad con la que se pronunció al respecto Rosa María Mateo: “Mientras yo sea administradora única provisional les aseguro, les juro, que nunca habrá programas de este tipo", hoy sabemos que la televisión estatal española ha duplicado el presupuesto de “Máster chef” desde 2015. Total, solo nos cuesta 1.000 millones al año...

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