Opinión

¿Cuál es el plan?

La investidura de Sánchez con el apoyo de sus socios, ha devuelto la actualidad política a su más colérica y retorcida versión, llevando el camino de dejar aquella que protagonizaron Felipe González y José María Aznar como algo más tranquilo que una jornada de retiro en A Chavasqueira a la hora de la siesta. Cada día asistimos a una monumental maraña de improperios que lanzan los de una bancada a los de enfrente, los que estaban a los que se quedaron, los plumillas a los tertulianos, los tertulianos a los presentadores, los presentadores a los entrevistados, que culminan con perlas de los supuestamente moderados líderes políticos del tenor: “Saquen sus manos de encima de nuestros niños”, “Lo de Murcia es un laboratorio para el fascismo”, …

Lindezas de esta suerte parecen confirmar que el desarrollo de la estrategia de la crispación es el rasgo más destacado de la situación política española. En política suelen coexistir momentos de tensión con momentos de relajación, pero lo que estamos viviendo, sea ideológico o instrumentalizado, espontáneo o deliberado, no puede ser bueno, ya que atomiza falazmente los focos de la actualidad política en lugar de situarlos sobre lo importante, lo imperioso y que de verdad va a marcar nuestro futuro como sociedad a medio plazo. 

Alguien debe de estar especialmente interesado en marcar una agenda de contenido políticamente irrelevante, con el propósito de distraer la atención y evitar conducir el debate público hacia los asuntos que verdaderamente importan. Vale todo: lo que sueña Thunberg, lo que soñó Franco, la constitución machista, la sodomización masculina, la liberación de las gallinas, el PIN, el PON,… Con todo ello nos olvidamos de preguntar, por ejemplo, por el plan que Pedro Sánchez debería tener para el tema del independentismo vasco-catalán. No cabe otra cosa que pensar que este hombre debe de tener un plan. Arriesgado o no, no me resigno a pensar que no lo tenga ¿ingenuidad?; no creo que quiera pasar a la historia como el presidente que permitió lo que parece que tiene toda la pinta de ocurrir. Por el contrario, sí que conocemos perfectamente el plan de los otros: tan solo, necesitan ocho años más de relevo generacional, adoctrinamiento y propaganda. Y ¿con quién van a estar más cómodos que con este gobierno si con esta legislatura tienen ya medio camino recorrido para poner un pie en su objetivo final? 

El pasado mes de octubre, en una entrevista a la cadena SER, el actual presidente desgranaba algo que podría entenderse como un especia de esbozo, bosquejo o proyecto de plan, que consistía en no mover nada de lo que sustancialmente ha desembocado en esta situación para que, en el caso de existieran incumplimientos o resoluciones significativas, requerir al Parlamento Catalán, aplicar la Ley de Seguridad Nacional, que confiere la potestad de dar órdenes a los Mossos d'Esquadra y en último término, aplicar el 155.  Evidentemente este plan ha quedado en agua de borrajas. Ni mentarlo ahora.

¿Cuál es ahora el plan B? Porque tiene uno ¿verdad que sí?

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