Opinión

Espera a que escampe, Mariano

Un tal Bárcenas, extesorero del PP, que se imaginaba pavonearse en las estaciones de esquí más lujosas del mundo cuando en realidad serpenteaba en el infecto detrito del que él mismo forma parte, ha decidido tirar de la manta y remitir un escrito a la Fiscalía Anticorrupción en el que acusa al partido al que perteneció de financiación ilegal y de recibir donaciones a cambio de la concesión de contratos públicos. Señala a Rajoy por destruir las pruebas acusatorias y denuncia recibir presiones del PP para guardar silencio sobre la caja B. Lo hace cuando ve incumplida la supuesta promesa de que su mujer no entraría en la cárcel, como finalmente, así ocurrió. La catadura moral del personaje queda de manifiesto. Y de paso, su nulo arrepentimiento. A una persona como ésta no solo debe exigírsele que pida perdón, sino imponerle que lo diga todo y colabore, sin que se le consienta que mercantilice interesadamente con la verdad. Vergonzoso. Una escoria moral.

A Mariano le habrá temblado el ojo como nunca con este nuevo envite de su otrora hombre de confianza. Probablemente esta puede ser la tecla que termine con su incólume mandato con el que seguro pretendía que le recordasen. Falso. Finalmente, podría resultar ésta la causa definitiva de la ruina de esa imagen pública tan celosamente protegida, pero es responsable de muchas otras cosas, mucho más graves. También a Al Capone solo pudieron echarle el guante por evasión de impuestos, quedando indemne de todos sus crímenes con los que extendía el terror en el Chicago de los años 30.

El nefasto legado de Rajoy se concreta por su final. Su negativa a dimitir abrió la puerta a la moción de Sánchez que finalmente le llevó al poder. La patética escena de su escapismo dejando el escaño vacío, pasará a los anales de la historia del Congreso como uno de los pasajes más humillantes que alguien puede propiciar a su propio partido y a millones de votantes. Antes, había perdido tres millones de votos, casi cincuenta escaños y un buen número de Comunidades Autónomas.

Su exasperante “espera a que escampe”, deja otro infinito rastro de ausencias. Ni rastro de recorte de gasto, liberalizaciones o reformas. Permitió rescates públicos de empresas y bancos y mantener los impuestos por las nubes. Con Cataluña no pudo hacerse peor. Ni hablar de la despolitización de la justicia, de la separación de poderes legislativo y ejecutivo, de la ley electoral o de partidos. Ni tocar el sistema educativo y la endogamia de nuestras universidades de segunda. Escandalosa su negligencia al fomentar el infame duopolio televisivo. Y corrupción, como no, también. Como la de todos sus antecesores de todos los partidos. Esto daría para hacer una serie.

Su talento para el escapismo puede servirle de nuevo para salir exento de las graves acusaciones vertidas sobre él por “Papá Taburete”, pero siempre prevalecerá en la memoria su calamitoso papel como gobernante. Hay olvidos que queman.

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