Opinión

Las fronteras y el control ideológico

¿Por qué nadie puede emitir un sano juicio sobre el desafío que para Europa supone la inmigración ilegal sin que le tachen de entrada de ser un indeseable xenófobo fascista? La corrección política, esa especie de censura que ha irrumpido en nuestro nuevo orden social, está aniquilando cualquier tipo de discrepancia intelectual, de debate, o cuestionamiento racional sobre determinados asuntos que difusos fragmentos de la sociedad civil han proscrito. 

Particularmente soy defensor del derecho al aborto y de la eutanasia. Aunque me sorprende que algunos puedan tacharme de asesino de niños y de ancianos, puedo entender perfectamente los argumentos morales de quienes opinan lo contrario. También entiendo la trágica estadística de las mujeres que mueren en el seno doméstico o de la desdichada odisea de los africanos que buscan en Europa un futuro mejor para sus vidas. Pero, igualmente, me asombra que si me posiciono críticamente sobre la llamada Ley de Violencia de Género o sobre los enfoque de mi gobierno sobre la política migratoria, me acusen de ser un violento machista por mi mera condición de hombre o un peligroso neo nazi, racista y xenófobo. 

Los episodios recientemente acaecidos en Canarias vuelven a aflorar dos realidades dramáticas. Unos, que de la mano de las mafias huyen del hambre y de la miseria hacia un imaginario paraíso. Otros, los países de acogida que no pueden ni deben permitir la entrada a nadie que lo haga ilegalmente. Por no decir nada más sobre la política migratoria europea porque, sencillamente, no existe (me tacharán de anti europeo inmediatamente los fieles custodios de la corrección política).

Así mismo, siempre he defendido el principio liberal de la libertad de circulación de mercancías, capitales y personas. Pero todos estos derechos económicos y civiles no pueden convertirse en una licencia universal fuera de todo control. Existe en occidente un claro control sobre las mercancías que no pueden circular libremente (determinados tipos de drogas, armas, falsificaciones, alimentos y medicamentos de dudosa procedencia…). Y también sobre los capitales (dinero sin declarar, procedente de actividades ilícitas…). El mismo consenso debería extenderse a las personas. Las calles, parques y zonas comunes no están concebidos para estar ocupados por nadie. Por tanto, bienvenida sea cualquier persona que venga de fuera a trabajar, convivir y mezclarse con nosotros, pero con su correspondiente permiso y registro de actividad y residencia. ¿De qué me acusarán los vigilantes del control ideológico?

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