Opinión

Hablemos pues, de Sánchez

Un traidor puede traicionarse a sí mismo y hacer involuntariamente un bien” (J.R.R. Tolkien). Qué lástima que esto no se produzca más a menudo y que los desleales utilizaran todo su talento para infringirse el mal a sí mismos.

¿Es traición que un político, ya no solo falte a sus promesas electorales sino que, directamente, haga justo lo contrario a lo prometido? Parece que sí. Podemos buscar otras palabras (infamia, deslealtad, vileza…), pero traición, es. Es traición a sus votantes, a los que lo eran y a los que atrajo con sus promesas, a su partido, a sus compañeros, a sus ideales.

La traición política no tiene fronteras, ni tampoco siglas. Pero no es lo mismo la omisión de salvar a un tipo que se acaba de caer al agua y no sabe nadar porque sabes que los que los que vienen detrás son mejores nadadores que tú y que lo van a ayudar, que no hacer nada o incluso quitarle el salvavidas a quien, medio muerto, lleva dos horas intentando salir a flote sin conseguirlo. ¿Son ambas traiciones al deber de socorrer a un igual? Sí. Pero ¿no resulta más flagrante la segunda situación? Siendo ambas horrendas, a mí me lo parece. Por eso digo que no es lo mismo ver actuar a un político cuando por su incompetencia no sabe ni él mismo el alcance de sus actos, que otro que reincide en el mismo desbarre a sabiendas de lo que está haciendo, agravando una situación que viene complicándose progresivamente. Por esta razón, quiero hacer un repaso a las traiciones que Pedro Sánchez ha realizado a sus parroquianos y, por extensión, a todo el país. ¿Que los dirigentes del PP hicieron lo mismo? Estamos de acuerdo. Pero estamos hablando de “ahora” y de alguien que en un terreno calcinado por sus antecesores, utiliza un lanzallamas para apagar esquirlas aún humeantes. Hablemos pues de Sánchez y de nada nuevo, por cierto. Me disculpo por la reiteración. 

El que un día afirmó que no dormiría nunca tranquilo teniendo en un Gobierno a personas “de la confianza” de Pablo Iglesias, no solo gobierna en coalición con Podemos, sino que ha nombrado al propio jefe de esas personas como vicepresidente de la décimo tercera economía más importante del mundo. Todos sus ministros abominan del capitalismo, no reconocen la jefatura del Estado y pregonan la democracia que impera en Venezuela. Pero ¿cómo es posible que seamos el único país de la OCDE que mantenga como ministro de consumo a alguien que se ha declarado abiertamente comunista, es decir, anti consumista? Todo esto es lo que le quitaba el sueño. No sé que tomará, pero parece que ahora duerme plácidamente, a la vez que impide dormir a millones de españoles a los que ha traicionado.

 “Con Bildu no vamos a pactar. Si quiere se lo repito veinte veces. Porque la bandera de identidad del partido socialista es la Constitución” Así hablaba le candidato, que también defendía “crear un Gobierno progresista sin contar con los independentistas”. ¿Se refería al apoyo que ahora acepta del que lo único que tiene de bueno es el apellido? A Rufián me refiero. 

Todas estas eran sus convicciones, hoy traicionadas en perjuicio no propio, sino de los españoles.

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