Opinión

Lenguaje y bienestar

Quien controla el lenguaje, controla el pensamiento.

Me gustaría, con esta frase, no solo concluir este artículo, sino que estas siete palabras fueran las que lo conformasen en su totalidad. Hay veces que la síntesis resulta tan maravillosamente certera que resulta superfluo repujarla con cualquier tipo de monserga retórica que pretenda mejorarla, salvo que sea para contextualizarla debidamente. Tal es el caso. Además uno está acostumbrado a que si no llega a los 2.500 caracteres que requiere el espacio del periódico, no termina de avistar el fin de la columna que pretende escribir.

La inspiración proviene esta vez de la reseña de una jornada de verano organizada por la fundación FAES 2019 con el título de “¿Cómo asegurar el modelo de bienestar?”. Si no han encontrado alguna pista en el título, quizá no hayan reparado en el sutil cambio de la palabra “Estado” por la de “Modelo”. Uno de los ponentes, José Antonio Herce, director de Analistas Financieros Internacioanles (AFI), centró su intervención con la sugerencia de que habría que asegurar más el Modelo del bienestar que el Estado de bienestar. En primer lugar, el término proviene del inglés “Welfare State”, que en realidad significa estado asistencial. Ligando las palabras estado y bienestar, concebimos la idea de que todo bienestar, toda expectativa de progreso, queda ligada a la acción del Estado. Y esta idea es perversa. Corresponde a una tentación muy común en los políticos que utilizan este tipo de prácticas, deformaciones interesadas del lenguaje para utilizarlo como un medio para la mentira, no para la verdad. Una vieja práctica del poder que convierte el lenguaje en un arma de destrucción masiva, que manipula la opinión pública y pretende liquidar la personalidad individual.

La idea de que el estado proveerá debería repugnarnos desde el punto de vista liberal, pero “hay mucha gente que sigue creyendo que el estado providencia es una aspiración válida”. Que el estado nos eduque, nos defienda, nos cure, nos haga más iguales, … es una concepción maximalista nada deseable. El crecimiento económico es realmente lo que garantiza un modelo de bienestar social y se consigue facilitando la inversión, el empleo y el progreso económico, siendo el estado consecuente y eficaz con el gasto público ya que, en ningún caso, gastar más se traduce de manera proporcional en el logro de una sociedad más próspera.

Así que no nos dejemos manipular por aquellos que manipulan el lenguaje con fines fraudulentos, que son los mismos que al terrorismo le llaman “lucha armada”, a la caída económica “crecimiento negativo” o a la amnistía fiscal “medidas excepcionales para incentivar la tributación de rentas no declaradas. Harto de trileros.

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