Opinión

"Pharmakos" para culpables

El martes 3 de noviembre de este mismo año, se celebrarán las 59as elecciones en Estados Unidos. Desde que empezaron a anunciarse las primeras candidaturas, más de veinte aspirantes se postularon para ser el nominado o nominada del Partido Republicano. Para llegar a esa ansiada nominación, los candidatos tienen que ganar las elecciones internas, que ya han comenzado en Iowa y finalizan el 6 de junio en Islas Vírgenes. Es decir, que Donald Trump se encuentra inmerso en plena campaña electoral dentro de su partido. Ni qué decir tiene que el actual presidente de Estados Unidos no encontrará el mayor obstáculo en su reelección, ni entre los suyos, ni en el candidato Demócrata. Su mayor rival será el Coronavirus, un bichito que ya ha contagiado a  500.000 americanos y no tiene color político. Es natural que, después de haber frivolizado imprudentemente y menospreciado el peligro que suponía el “virus chino”, busque ahora algún discurso contra cualquier enemigo externo que le exima de culpa. Acusándola de “equivocarse en todo lo que han hecho” y “de no avisar a tiempo”, esta semana ha amenazado con retirar las aportaciones voluntarias de su país a la Organización Mundial de la Salud que representan, nada menos, que las tres cuartas partes del presupuesto de la organización con sede en Ginebra.

El recurso de echar la culpa al otro en política es tan resultón como milenario. La costumbre que tenían en la Antigua Grecia de purgar los pecados y responsabilizar a alguien de las penurias y calamidades sufridas era conocida como “Pharmakos” (remedio). Consistía en escoger a ciudadanos que, aunque no tuvieran ninguna culpa, se les acusaba de todas sus desgracias (aunque no tuvieran nada que ver con ellas) y se les expulsaba de la polis al ostracismo, cuando no, se les sacrificaba.

Más cerca, otro presidente, éste recién investido gracias al apoyo de un grupo político cuyo modelo son los estados bolivarianos filocomunistas, pretende también escurrir el bulto, salir por la tangente y que paguen justos por pecadores. Que España sea el país con más muertos por habitante del mundo por el Coronavirus, no tiene causa en la improvisación, irresponsabilidad y actitud propias, sino en los recortes que los que antes gobernaron realizaron en Sanidad, acusando especialmente a Madrid. Menos mal que internet queda al margen de las manipulaciones de los medios estatales y públicos y las verdades no pueden ocultarse.

A pesar de los recortes que obligó la crisis de 2008, el presupuesto sanitario español creció en 3.000 millones hasta 2017, con variantes por Comunidades Autónomas, que son quienes manejan el presupuesto. Pues bien, resulta que fue Andalucía quien más redujo el gasto sanitario, pasando de 10.300 a 9.600 millones y de una inversión año por habitante de 1.270 a 1.153 euros, situando a la  Comunidad en la cola del gasto por habitante en España, con la hoy ministra portavoz María Jesús Montero como Consejera de Sanidad (2004-2013) y Consejera de Hacienda (2013-2018). Por el contrario Madrid incrementó el gasto por habitante en un 4,85% y su inversión neta pasó de 7.444.430 a 8.120.541 millones.

“La culpa es como un saco de ladrillos: solo hay que descargarlo.” (“Pactar con el diablo”, 1997)

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