Opinión

Rescate a las puertas

Mark Rutter, el primer ministro holandés liberal-conservador, tiene fama de mostrar sencillez, afabilidad y modestia a la hora de sacar adelante sus proyectos políticos. Esta amable personalidad le ha servido para superar con éxito el aluvión de críticas recibidas, sobre todo, cuando le tocó administrar la anterior crisis, al implementar una fuerte política de austeridad en el gasto público. Desde su llegada en 2010 y tras un perseverante esfuerzo, ha conseguido pasar la tasa de desempleo de un 5% a un 3%, el gasto público de un 48% a un 42% y el déficit de un 5,20% a un superávit del 1,7%. Cualquiera le tose al hombre.

Sin embargo, también la Unión Europea le dio duro cuando se erigió como uno de los principales detractores para que Grecia recibiera su primer rescate financiero. “Persona non grata” desde entonces en el país helénico. ¿Lo será también en España después de la rajada de su ministro de finanzas con respecto a su tajante oposición de utilizar el fondo europeo y los “coronabonos” para el rescate sin condiciones de los países del sur de Europa que más sufrieron con la pandemia? 

En su relación con la coyuntura cotidiana, repleta ávidos rapiñadores de frases y gestos provocadores, los políticos están obligados a realizar manifestaciones sobre todas las cuestiones imaginables, muchas veces, al margen de los sagaces consejos de sus asesores de comunicación. Por ello, sus mensajes pueden resultar a veces inapropiados o hirientes. Sin embargo, hay veces que en lugar de hacer oídos sordos a palabras necias, convendría detenerse al menos un instante y tratar de escudriñar si detrás de esas palabras se esconde alguna cuestión que debiéramos considerar con algo más de miramiento, haciendo oídos inteligentes a palabras necias.

¿Se les pueden acusar de “insolidarios”, sin más, a aquellos países que muestran cierta intransigencia para que el impacto de las pérdidas en España se mutualice entre todos los países de la Unión? Durante años, Holanda y Alemania hicieron un importantísimo esfuerzo en contener su gasto público mientras año tras año España se saltaba los objetivos de déficit que le eran marcados ¿Por qué se les exige ahora que soporten las cargas de un país que hizo caso omiso a las constantes advertencias para que reprimiese su incontinencia de gasto aún cuando su economía crecía por encima de la de sus homólogos europeos? ¿Nos empieza a sonar esto algo más coherente? Si las manifestaciones que nos hubieran llegado del primer ministro holandés fueran en el sentido de negarse a que las ayudas se produzcan sin ninguna condicionalidad de ajuste económico futuro, a exigencias estrictas en el gasto, a acatar un programa de austeridad, quizá entendiéramos el sentido de las palabras de nuestros vecinos del norte. 

Que un gobierno con una concepción enardecida del gasto acepte cualquier compromiso de abstinencia presupuestaria es una quimera. Pero las circunstancias son las que son y Europa no parece dispuesta a dejar el destino de los fondos europeos en manos de nuestro actual gobierno. Así que todo parece indicar que cada vez estemos más cerca de la necesidad de pedir el rescate y que Europa intervenga nuestras cuentas públicas. Tristemente, serán otros quienes nos fuercen  a tomar la senda de la austeridad drástica, pero ya tendremos a quien expeler la culpa de todos nuestros males futuros. A los hombres de negro.

Te puede interesar