Opinión

Señor presidente: es hora de salir

Para coger el toro por los cuernos y enfrentarse desde la política a una pandemia como la que sufrimos, hay quienes han demostrado anticipación, eficiencia y solvencia, y quienes han manifestado justamente lo contrario. Actuar como los primeros es propio de gobernantes consistentes, resolutivos y responsables. En definitiva, personas de las que te puedes fiar. Los otros, demuestran debilidad, raquitismo e inseguridad en su gestión, a la vez que comprometen gravemente el futuro de la ciudadanía y de las generaciones venideras. Pedro Sánchez se ha ganado, a pulso, su pertenencia a este último grupo. 

Su gestión, la de su equipo de gobierno y colaboradores, ha resultado ser un desastre monumental de consecuencias devastadoras, tanto en vidas humanas como en su implicación socio-económica. Desde el primer momento, se ha jactado de haber impuesto las medidas más restrictivas de todo el mundo, con un confinamiento que ha tenido que prorrogar ya no sé cuántas veces; y las que quedarán. Y es que este confinamiento extremo, del que tanto presume, es el que precisamente demuestra su grado de ineptitud, inacción e insolvencia. Es propio del segundo grupo de políticos citados, exhibir un enanismo intelectual y de gestión descomunales. 

El confinamiento es necesario, claro que sí, y hemos de acatarlo, también. Pero es oportuno adverti, que el sometimiento al arresto domiciliario a personas y empresas es la medida más fácil de tomar. La tomaría cualquiera, no hace falta ser ministro para implantarla. Basta con hacer un llamamiento a la sociedad, sacar a la calle a las policías y al ejército y tema solucionado. Como si es necesario mantenerlo un año entero. Les aseguro que si nos mantenemos todos en casa un año entero, aquí no se contagia ni el Tato. Pero para ese viaje no hacen falta alforjas, ni necesitamos a un presidente doctorado. 

Lo que nos merecíamos, era un presidente con mayúsculas, digno de ser depositario de la confianza de sus administrados, que hubiera actuado con diligencia, adelantándose a los acontecimientos para enfrentarse, con la virtud que ha de exigírsele a quien nos gobierna, a la terrible amenaza que suponía la pandemia que ineludiblemente iba a llegar en España. Nos merecíamos un presidente que nos confinara el mínimo tiempo posible, porque hubiera tomado las medidas oportunas para que, con las pertinentes medidas de protección, pudiéramos retomar cuanto antes nuestras vidas y nuestro trabajo. Señor presidente, queremos salir de nuestras casas. Estamos hasta los mismísimos cojones. Pero ahora resulta que no podemos salir porque nos podemos morir. No ha hecho nada para que podamos desconfiarnos en un plazo razonablemente corto. Nada más, que permitir que su ministra de de igualdad ande diciendo barbaridades sobre el peronismo mientras pasa su confinamiento paseando por su mansión con su marido vicepresidente, quien ha aprovechado la catástrofe para propagar una campaña ideológica que no tiene nombre, mientras amaga con limitar la libertad de prensa. Su comité de expertos es propio de un circo: Fernando Simón: "España no va a tener, como mucho, más allá de algún caso diagnosticado"; Antoni Trilla: "Solo es una epidemia en China, lo que tenemos que hacer los demás es estar vigilantes y, si se produce algún caso, identificarlo y aislarlo". Pero ¿cómo esta gente puede seguir asesorando a nadie?, ¿qué broma pesada es esta?

Señor presidente: queremos salir, necesitamos salir, queremos trabajar. Si no podemos hacerlo, explíquenos qué coño ha hecho para que no lo hayamos podido hacer antes, ni sepamos cuando lo haremos después. Asuma su responsabilidad y deje de echar la culpa otros de que presentemos las cifras de muertos por millón más altas del mundo y que nuestros sanitarios ostenten también el triste récord mundial en contagios.

Hoy oiremos de nuevo el merecido aplauso sanitario en las ventanas, circularán wasaps llenos de espiritualismo, nos emocionaremos con las versiones enlazadas de los cantantes, apelaremos a nuestra unidad, valentía y fuerza para ganar la "batalla"... Estamos también fuertemente conmovidos de la reconciliación entre Juan Echanove y el ministro de Cultura. Pero de nuestros balcones no saldrá ninguna crítica a la inoperancia, irresponsabilidad y negligencia con la que este Gobierno ha desempeñado la "no" gestión de esta crisis sanitaria. 

¿Cómo se puede hacer tan rematadamente bien, como para conseguir desviar tan eficazmente el foco de atención público-mediático? ¿De dónde emana tanto talento para escurrir el bulto, esconder datos y tergiversar cifras con tamaña desfachatez, sin hacer el más mínimo ejercicio de autocrítica? ¿Cómo se consigue eludir la responsabilidad manifiesta, la improvisación de la pre-crisis, cuando se permitió la expansión brutal de los contagios a través de las manifestaciones feministas convocadas el 8M?

Tal es la capacidad del político mediocre, aunque bien perverso, que ejerce el poder hipotecado de rémoras y prejuicios, alejado de la racionalidad, sensatez y sentido de Estado.

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