Opinión

Sobrevivir al miedo

La cifra de sanitarios con coronavirus en España ronda el 14 por ciento del total de contagiados, cifra que se reduce en Italia al 8,6%, en China al 4,2% y al 1,5% en Estados Unidos. Mucho se ha especulado también sobre el otro macabro ranking que sitúa a España en la segunda tasa mundial de letalidad, con un 7,2% de muertes por cada 100 contagiados por el virus, solo por detrás de Italia (10%); China refleja un 4% y Alemania, a la cola, un 0,5%. Que si aquí nos abrazamos mucho, que sufrimos una mutación imprevista del virus, que tenemos una población más envejecida, o que el cálculo es erróneo ya que se hace sobre una población contagiada que, en realidad, es mucho más elevada (es decir, se utiliza para el cálculo de la tasa un denominador artificialmente más bajo). Y mención aparte merecen las repugnantes declaraciones del ministro de finanzas holandés sobre nuestra capacidad de ahorro, sumadas a las de otros de sus coterráneos que acusan a España de saturar sus UCIs porque admiten a personas demasiado viejas. Una cosa es la crítica, a la que me sumo, por la perseverante, temeraria y suicida escalada del gasto público que retroalimenta el déficit y deuda estructural de nuestra economía y, otra, expeler manifestaciones de tal naturaleza en el medio de una tragedia pandémica como la que estamos viviendo. 

Pero volvamos al principio. España roza alarmantemente los 10.000 sanitarios contagiados. Estamos en una guerra; una guerra sanitaria. Y resulta que los soldados que enviamos al frente caen como moscas en las trincheras, convertidas en hospitales. En estos días de recogimiento obligado he vuelto a ver, sabe Dios por cuántas veces, la extraordinaria película “Enemigo  a las puertas” (Jean-Jacques Annaud, 2001), que versa sobre la carnicería en la que se convirtió el asedio a Stalingrado, únicamente justificada en el seno del enfrentamiento entre dos dictadores que no sentían respeto alguno por la vida. En el fragor de la batalla, un oficial llama de dos en dos a los soldados rusos para entregarles un solo fusil y seis balas por pareja. “¡El primero cogerá el fusil y avanzará. Cuando muera, el segundo recogerá el fusil y seguirá!”. 

No es aceptable, en esta guerra, exponer al saturado y extenuado personal sanitario al riesgo de infección con carencias relativas a su autoprotección. Todas las asociaciones médico sanitarias, sin excepción, reclaman la urgencia de contar con adecuados y suficientes cantidades de equipos de protección sin tener que pedirlos a clínicas veterinarias o fabricarlas con bolsas de la basura. El comité de gestión de la emergencia bajo el mando único del presidente del Gobierno debe de priorizar y corregir de inmediato el déficit de materiales con los que están trabajando los profesionales sanitarios que, en esta guerra, ya han tenido que aprender a sobrevivir al miedo.

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