Opinión

Un tal Risto y el debate imposible

El ciudadano Risto Meijide ha sido fagocitado hace tiempo por el personaje que él mismo creó. Su imagen, la que vemos en televisión, es la de una especie de comediante al que recurre el insaciable show business de la televisión para embaucar a las audiencias. Una abducción voluntaria del antes modesto creativo de publicidad en manos de la telebasura, que tan generosamente remunera a quienes no tienen escrúpulos en propagar el veneno social que destila. 

Puedo comprender que se le coja afición a la fama. Debe “molar” que te reconozcan por la calle, que pases a formar parte de la lista de maromos más sexis del país, pasearse por photocalls más tops la más productiva farándula del país, o que tus pseudo proyectos empresariales encuentren, de repente, patrocinadores que nunca hubieras soñado te acompañaran. Quedan ya lejos esas largas jornadas en la que la inspiración no llega, apretada por el apremio de los clientes, o la siempre molesta presión que los jefes ejercen sobre los espíritus que siempre quisieron ser libres. Al final, él también llegó, como no podía ser de otra forma. “Mediocre y trepador, se llega a todo” (Pierre-Augustin de Beaumarchais dixit).

El caso es que, particularmente, reniego de todo en lo que estos personajes participen (él no es, ni de lejos, el único), por lo que no tenía ni idea de que seguía teniendo un programa televisivo cuyo hilo era su ya manoseado chester. Fue un amigo quien me envió un corte de YouTube en el que Arcadi Espada, que no sé qué se le había perdido en ese plató, protagonizó con el personaje un episodio bien ilustrativo como los editores de televisión ponen al frente de las audiencias a sujetos presuntuosos y enaltecidos que quieren llegar la conclusión de todas las cosas, pretendiendo encontrar, con una erudición superficial sonrojante, la esencia de la vida y de la condición humana.

No es posible ser un pintor e intentar rebatir a cualquiera que diga que Cezanne o Vermeer eran unos pintamonas, o ser músico y discutir con alguien que diga que Mozart no supo componer una sola melodía, ya que sería un ejercicio estéril, trivial. Un personaje del nivel intelectual de A. Espada no puede ponerse al nivel de un sujeto como Risto para intentar tener un debate dialéctico sobre nada. Porque nada es lo que aporta, el vacío intelectual más absoluto. 

Estoy en contra del juicio de Arcadi sobre el Down, pero de lo que no dudo es de su capacidad dialéctica para construir argumentos y debatirlos. Del otro lado, sin embargo, estaba la picadora de carne, la encerrona, la mediocridad y  la pose de quien no reconoce la superioridad del otro y ansía alargar la farsa para lo que no sirven.

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