Opinión

Teletrabajo y E-Learnin

Factores con los que ya convivíamos mucho antes de la crisis sanitaria estimulaban con cada vez más fuerza a las empresas en adoptar modelos de trabajo en remoto. La conciliación de la vida laboral y familiar, el desarrollo tecnológico, la globalización,… son algunos elementos que iban introduciendo en nuestro entorno laboral el teletrabajo. Ha sido el confinamiento social provocado por la pandemia lo que ha sometido a una fuerte prueba de estrés a la tímida experiencia española en este ámbito y forzado a muchas empresas e instituciones a precipitarse en asumir la fórmula del trabajo desde casa.

El teletrabajo reporta conocidos beneficios a empleados y empresas, pero tanto su eficiencia como su implantación dependen de la cultura corporativa de las organizaciones, de los sectores económicos predominantes, de sus procesos, de la tecnología, del tipo de sociedad,… ¿Está España preparada para asumir un modelo que ha llegado aceleradamente,… para quedarse?

Muchos expertos opinan que no. Dudan sobre si los servidores de las empresas son lo suficientemente seguros y se encuentran lo suficientemente dimensionados, estiman que la transición hacia el nuevo modelo ha de llevar su tiempo y planificarse adecuadamente, la medición del actual registro horario presencial se arruina, existen controversias desde el punto de vista legal… 

Durante estos días, estamos también viendo que la comunidad escolar empieza a “conectarse” con los alumnos para que éstos no pierdan el ritmo de su formación, cuestión que parece lógica dada la enorme incertidumbre que planea sobre la hipotética vuelta a las aulas antes de que finalice el actual curso. Esta cuestión está poniendo de relieve las mismas limitaciones y suspicacias que para el trabajo. Los alumnos se van a enfrentar a una metodología de estudio que no conocen, que no está planificada, y que está vinculada con una situación social extraña y anómala. Quizá por esta razón haya tomado fuerza la idea del aprobado general a la italiana.

Pero los alumnos, sí que deberían de tener una evaluación, que  tenga en cuenta tres cuestiones: presencia “on-line”, presentación de trabajos y examen. Probablemente, el examen, debería tener poco peso sobre la calificación, quizá no más del 20% y evaluar conocimientos y conceptos muy elementales, aunque sí esenciales, incluso previsibles, sin ningún tipo de preguntas rebuscadas ni que requieran grandes abstracciones de conocimiento. El que no haya podido superar estos sencillos y predecibles exámenes, no se haya conectado a la red en toda la evaluación y no haya presentado los trabajos, no veo por qué no debería de suspender; aunque solo sea por consideración a los alumnos que sí lo hayan hecho. Ni en esta situación podemos seguir devaluando el conocimiento y la cultura del esfuerzo.

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