Opinión

Trump, un antiliberal más

Buena parte del discurso populista de Donald Trump descansa en una retórica fuertemente proteccionista. El paranoico recurso de buscar en el exterior enemigos contra los que solo él puede defender, puede agitar a una importante bolsa de votantes que se trague tal falacia, pero lo cierto es que es un atentado contra el libre comercio y, lejos de que China sea el mayor perjudicado, lo cierto, resulta que lo serán los propios ciudadanos y empresarios estadounidenses. Por un lado, porque la poca elasticidad de la demanda de productos chinos provoca que los consumidores los sigan reclamando, aún con precios más altos y segundo, porque se restringe la capacidad de incrementar la productividad y la competitividad de las empresas americanas al limitar la posibilidad de éstas para adquirir bienes más baratos que puedan incorporar a sus procesos productivos.  

No parece que armar arancelariamente al mercado norteamericano sea la mejor manera de luchar contra los altos aranceles con los que China protege su mercado, pero el caso es que la guerra comercial entre China y Estados Unidos, unida con los efectos del Brexit, provocará una ineludible contracción del comercio internacional que afectará, sin duda, a la Unión Europea y a España, ya que Trump ha iniciado también la ofensiva comercial contra Europa, en clara prueba que sus políticas económicas están bien alejadas del liberalismo y del libre comercio.

Si el problema para que Trump perjudique las exportaciones de naranjas, vino, queso y aceite es que Europa esté subvencionando a Airbus, lo que hay que plantearse es dejar de hacerlo, ya que no tiene mucho sentido que el dinero recaudado vía impuestos a los ciudadanos europeos se destine a subvencionar a grandes compañías. Tampoco parece muy propicio responder con la misma y perversa moneda de incrementar los aranceles a los productos americanos. 

En buena parte hemos salido de la crisis por el importante esfuerzo que muchas empresas han tenido que realizar para recomponer las ventas que un mercado interior, estrangulado por la crisis, no fue capaz de cubrir. Haciendo de la necesidad una virtud, miles de empresas gallegas han abierto su mercado a la exportación, muchas de ellas hacia el mercado estadounidense. Es ahora cuando la amenaza del rearme arancelario puede trastocar sus planes de expansión y consolidación en este mercado; especialmente vulnerables, las comercializadores productos agroalimentarios como el aceite, vino, fruta y queso, entre otros.

Esperemos que Trump modere su bravuconería cuando reflexione sobre el lastre electoral que puede provocarle el enfrentarse a las elecciones que se celebrarán dentro de un año inmerso en una guerra comercial internacional de consecuencias inimaginables.

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