Opinión

Florentino Cuevillas

  • Artigo publicado en La Región o 31 de xullo de 1958

Con Florentino López Cuevillas Orense ha perdido una presencia excepcional. Queda su obra, que es uno de los títulos que nuestra ciudad puede invocar con mayor orgullo. Los muchos cientos por cien - digámeslo asi- de orensanismo que había en Cuevillas, lo autoriza plenamente.

Pero he aquí que se ha extinguido una vida ejemplar. Florentino López Cuevillas vivió desde siempre obsesionado por la pulcritud en el cuidado de su persona y de sus costumbres, por la exactitud en sus estudios y sus trabajos, por la rectitud de su conducta. Era un hombre sin vacilaciones, de una voluntad tan fuerte como su entendimiento, afirmativo en su doctrina, sólido en sus puntos de vista, tolerante con todos y exigente consigo mismo.

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Todo el mundo sabe que se le debe la sistematización de la prehistoria gallega, cuyas líneas fundamentes dejó trazadas, sin que hasta ahora hayan sido sujetas a revisión. Y lo hizo, no sólo manejando una extensa bibliografía que llegaba a lo más reciente sino trabajando directamente en el campo, emprendiendo y dirigiendo excavaciones, cuyos resultados le permitieron trazar de un modo general la fisonomía de la vida de nuestra región en la Edad del Hierro, y esbozar la de tiempos anteriores; iniciando y llevando adelante, con ayuda de equipos escogidos, la catalogación de los Castros; publicando notables monografías sobre las joyas y las armas de aquellas épocas; rastreando en las creencias y las costumbres populares, las huellas de las religiones y los ritos primitivos; desmenuzando las fuentes griegas y latinas, para extraer noticias sobre nuestras antigüedades. Todo esto le había conquistado un gran prestigio en toda España y fuera de España, y hacía que su colaboración fuese solicitada en las mejores publicaciones de la especialidad.

No es posible omitir sus trabajos sobre los orígenes de la ciudad de Orense, que, siendo los más divulgados, han llegado al conocimiento de cuántos aman y se interesan por nuestra ciudad.

Los orensanos saben también, aparte del sabio especialista, el gran escritor que era Cuevillas. Cuevillas, el prehistoriador, era, en efecto, uno de esos prodigiosos autodidactos que se dan en Galicia. Porque su primera formación universitaria no era humanística, sino científico-natural. Los de afuera se asombraban, a veces, de que Cuevillas fuera Licenciado en Farmacia, sin reparar en que la Prehistoria, ciencia todavía relativamente joven, fue iniciada en gran parte por naturalistas: geólogos y antropólogos, desde luego, y no químicos, como en este caso.

Casi no puede decirse que Cuevillas haya ejercido la farmacia, pero sabía de eso, también, más que bastante; abarcaba desde la galénica hasta la de vitaminas y las hormonas, y se podía consultar cerca de sus efectos y aplicaciones.

Como escritor, procedía, originalmente, como todos nosotros, del “modernismo”, cuya resonancia se notaba en su estilo, siempre limpio y sugestivo. Leia mucho, y el erudito en cosas de los milenios perdidos, era también ávido de la actualidad, de penetrar en sus preocupaciones y conflictos, aun que manteniéndose independiente de las tendencias dominantes. Era -y este fué tema que trató bastantes veces- un crítico severo en muchas ocasiones de la concepción actual de la vida y de las costumbres de hoy. En semejante sentido, hizo, ocasionalmente, critica literaria y arte.

Tampoco es conocida de todos su actividad como profesor. Cuevillas ejerció la enseñanza privada, en alguna academia, y de una manera mas reducida e íntima, en su casa. Esto no transciende al público, pero los alumnos que la han recibido, cuando es como la suya, no la olvidan nunca. He oído hablar de lecciones suyas magistralmente perfectas, pero principalmente, eran dadas con convicción y con calor que se comunicaba al oyente y la aprovechaba en todos conceptos.

Acaso no fuera yo el más indicado para decir estas cosas, dados los ligámenes de sangre, de convivencia y de colaboración que me unían a Cuevillas; pero me parece que cualquiera que lea estas líneas, reconocerá plenamente que tales motivos no alteran en lo más mínimo la verdad de lo que en ellas se dice.

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