Opinión

Del tiempo y el río

Con su permiso vuelvo a América (del norte). Y también con su permiso vuelvo a escribir un artículo prácticamente copiado de una novela. Ustedes perdonen.

En el confinamiento aproveché para releer libros y revisar películas. Con las películas hago algo que llama mucho la atención a quienes vienen a mi casa. Mi colección de DVDs ocupa unos cinco metros en la estantería del salón, alineados por orden alfabético. A veces la reviso y extraigo unos centímetros cada película que quiero volver a ver, dejándolos sobresaliendo del resto. La imagen de esos DVDs que sobresalen recuerda aquella escena de "2001 Una Odisea del Espacio" de Kubrick en que el astronauta David Bowman desconecta a HAL extrayendo sus circuitos de memoria uno a uno.

Hace poco en uno de esos entretenimientos ociosos volví a ver "El editor de libros", una película sobre Max Perkins (el famoso editor americano) y Thomas Wolfe (el escritor). Después no pude evitar coger "Del Tiempo y el Río" y echarle un ojo otra vez, un libro de casi mil páginas en el que la prosa extraordinaria de Thomas Wolfe retrata con pasión su amor por América.

Siempre me maravilló el capítulo XCVII que empieza así:

"Ya se encuentre en las melancólicas llanuras de Hungría o en una tranquila calle enclavada en un Londres soñoliento, por la mañana se despierta y piensa en su tierra. O si se despierta sobresaltado por la noche en algún pueblecito de Francia es porque de pronto imagina haber oído los sonidos de su América y de la inmensidad, de las cosas que están en su sangre, en cada átomo de su carne y sus huesos. Su respiración se hace entrecortada, las cosas lo enloquecen con un dolor indescriptible.

¿Y qué cosas son ésas? Pues el sonido quejumbroso de una de las grandes locomotoras de los Estados Unidos deslizándose con un ruido atronador a través del continente en la noche; o el sonido de las voces en las calles –aquellas voces sonoras, fuertes, vulgares, llenas de violencia, humor y astucia–, sonidos que parten del puerto de Manhattan; aquella música magnífica y estremecedora de huida, misterio y alegría, con la orquestación poderosa de transatlánticos, remolcadores, ferry-boats y barcazas; sonidos que surgen del abismo de la noche y penetran en las entrañas del que escucha."

Sinceramente: yo daría lo que fuera por haber escrito solo cuatro de esas palabras. Y más adelante Thomas Wolfe añade esto.

"Luego, por el tronar continental de los estados: los nombres de Montana, Texas, Arizona, Colorado, Michigan, Maryland, Virginia y las dos Dakotas, los nombres de Oregón e Indiana, de Kansas y del río Ohio, el poderoso nombre de Pennsylvania y el nombre del viejo Kentucky; las ondulaciones de Alabama; los nombres de Florida y Carolina del Norte." 

Lo dicho: yo daría lo que fuera por haber escrito solo cuatro de esas palabras. No les diré que lean el libro ya que son mil páginas pero vean la peli, es preciosa.

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