Opinión

El Debat

Lo mejor del Debat de la Sexta entre los nueve candidatos en la elecciones a la presidencia de la Generalitat que vimos este jueves pasado, fue el fondo. A veces el fondo es más importante que la forma. 

Porque aquel precioso fondo de rayas y líneas de colores cruzadas como en un absurdo y curvilíneo laberinto reflejaba exactamente lo que pasaba allí: un cacao monumental en el que nadie se aclara y nadie sabe por dónde hay que ir. Y vaya desde aquí mi aplauso al diseñador/a que lo hizo. Era muy espectacular y decorativo.

Para colmo el dibujo estaba enmarcado en hexágonos, como celdas de una colmena de abejas. Si bien en aquella colmena que vimos por la tele con nueve himenópteros histéricos, ni las abejas obreras ni los zánganos sabían por dónde demonios moverse dado el lío de caminos. La abeja reina no sabemos dónde estaba, supongo que era Jordi Pujol, escondido en su cámara secreta y alimentado con néctar.

Como dirigí varios spots de televisión hace años, sé cómo son y cómo se hacen. Y esto también me llamó la atención en el Debat. En la presentación del programa se nos insistió mucho a los espectadores en que se guardaban las normas y distancias de seguridad del Covid, que los candidatos no se quitaron la mascarilla hasta que estuvieron en sus atriles, y todas esas cosas.

Falso. No dudo que los ponentes no se quitaran la mascarilla hasta el último momento. Seguro que fue así. Pero los tipos que montaron el set, decenas y decenas de trabajadores, currantes, decoradores, sonidistas, eléctricos, cámaras, pintores, carpinteros, maquilladores, iluminadores, técnicos que instalaron los atriles y el suelo, los micros, el fondo, los focos, es imposible que hubieran mantenido las distancias para montar ese escenario. Imposible. Lo sé porque he visto en persona cómo se hacen esas cosas. Y no se puede hacer manteniendo las distancias.

Así que todo era una gigantesca tomadura de pelo. Eso por no mencionar la impresentable actitud de ciertos ponentes que al más puro estilo maleducado de Eduardo Inda y otros tertulianos chillones, interrumpían a los otros a gritos que difícilmente Ana Pastor lograba controlar.

Hay un periodista que escribe de maravilla y me encanta leerlo, Ramón de España. Ramón de España a pesar de su apellido es un tipo barcelonés, creo. Lo sigo desde los setenta porque fue un crítico de música muy bueno que escribía sobre discos del momento en aquellos años en que había tantas revistas de música en los kioscos, y quienes las comprábamos nos fijábamos en aquel nombre de la firma: Ramón de España, porque nos llamaba la atención. Ahora, aparte de sus libros y novelas tiene una columna semanal creo que en El Español. Una columna en la que escribe exclusivamente sobre el prusés y la política de Cataluña. Muy divertida y ácida, él escribe muy bien. Se la recomiendo a ustedes.

La columna significativamente se titula siempre "El manicomio catalán".

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