Opinión

La portavoz quiere un altavoz

Aquí todo el mundo quiere un altavoz, especialmente los que no saben hablar y carecen de la mínima sintaxis. No hay más que curiosear Twitter para verlo.

La portavoz del gobierno, doña Isabel Rodríguez, una mujer poco conocida por los españoles y que tiene una cara ideal para un personaje secundario en la serie televisiva “Cuéntame cómo pasó” como propietaria de una mercería en el barrio de San Genaro, quiere un altavoz.

Concretamente esta señora tan simpática ha dicho que las televisiones deberían ceder un espacio al gobierno dentro de sus informativos para que este explique a los ciudadanos sus políticas con claridad. Es decir, que los ciudadanos somos tontos y hay que enseñarnos las primeras letras como si estuviéramos en el jardín de infancia que en mi época se llamaba parvulitos: A, E, I, O, U. ¡Fabuloso! Como si los telediarios no soltaran suficientes mentiras por sí solos, sin ayuda.

La ocurrencia la soltó doña Isabel (¡Qué bien, qué bien, hoy comemos con Isabel!) en un programa de televisión junto a otros participantes. Si se fijan en el vídeo verán ustedes que la cara que se le puso al resto de los tertulianos al escuchar a doña Isabel, es la misma que se le ponía a Bugs Bunny cuando Elmer le daba un garrotazo por detrás en la cabeza.

Doña Isabel comparó ese imaginario miniprograma que sueña ella con los minutos que se dedican al tiempo meteorológico en cada informativo.

Hoy los meteorólogos aciertan con el tiempo con dos semanas de antelación, pero antes no era así. Yo aun recuerdo con nostalgia, y era un crío entonces, a aquel fabuloso Mariano Medina que cuando la meteorología estaba en pañales, disponía siempre de una frase definitiva con la que acertaba con la predicción en toda España: “Nubes y claros con posibilidad de chubascos”. Con eso no había error.

Incluso recuerdo a Mariano Medina una vez tras una larga sequía apostando por la tele que mañana iba a llover seguro y que si acertaba se afeitaría el bigote. Nadie lo creyó. Pero llovió, y al día siguiente él apareció presentando el tiempo supersonriente y afeitado sin su irreductible mostacho.

También recuerdo otra anécdota suya divertida. Una al revés. Tras meses de inacabables lluvias un día al final del telediario apareció sonriendo de oreja a oreja como un emoticono, señalando con su fina varita aquel ridículo mapa de España en blanco y negro que había detrás de él, ocupado todo por una única pegatina gigante de un enorme sol que llenaba toda la península.

Doña Isabel quiere un megáfono. Pero sospecho que no quiere un megáfono como aquellos que llevaban los capitanes de las manifestaciones a las que mis amigos y yo íbamos en la universidad en Madrid en los setenta para batirnos con los grises a caballo en Moncloa, sino el megáfono de los feriantes de tómbola de pueblo que gritaban como descosidos: “¡La Chochona ha muerto! ¡Viva el Perrito Piloto!”.

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