Opinión

Volarán leones

Como por principio, un principio supongo que algo existencial y ético, suelo ponerme siempre de parte de los débiles, de los oprimidos, de los represaliados, de los que sufren violencia o abusos sean quienes sean y hagan lo que hagan, esta semana me toca estar de parte de los policías. De los policías de la UIP de Madrid. Y aclaro, creo que ya lo dije aquí una vez, que hace muchos años una noche siete de ellos me vapulearon y patearon sin piedad hasta dejarme inconsciente, tirado en una calle desierta en Lavapiés. Entonces tuve la suerte de que me recogiera alguien.

Las escenas que hemos visto por televisión hace unas semanas al final de las Marchas por la Dignidad son una vergüenza para políticos y mandos policiales; que no para los manifestantes, por supuesto. Y tampoco para los policías. Son una vergüenza para todos nosotros. Contemplar a la pandilla de energúmenos que tras haber masacrado al grupo de policías gritan al Samur cuando recoge a los heridos "¡no los ayudéis, dejadlos morir!" y otras lindezas parecidas da miedo. O la declaración del tipo de veinte añitos que le rompió la cabeza a un poli: "Voy de subidón porque en las cargas de Recoletos rodeamos a un policía y yo le tiré una piedra en la cabeza cuando estaba en el suelo. Mañana lo veréis en las noticias, quedó inconsciente y se lo tuvieron que llevar arrastrao." ¡Vaya!, casi lo mata.

Menudo subidón, el chico valiente le tiró una piedra a la cabeza mientras el otro estaba en el suelo, indefenso. Las actitudes y frases de esos descerebrados me recuerdan trágicamente a aquellas que solíamos oír en los 80 en Madrid de los propios antidisturbios, cuando en las manis espiábamos la emisora de radio de la policía. No sé quién es peor.

Pero la vergüenza en realidad fue la de los mandos policiales, que expresamente ordenaron a ese grupo de policías no defenderse y no les enviaron refuerzos pudiendo hacerlo. La de la delegada del Gobierno (ignoro por qué tenemos que seguir escribiendo este título con mayúsculas) que enseguida se apresuró a echarle la culpa a los organizadores de la manifestación. O la de las autoridades que miraron para otro lado porque ese día estaban ocupadas en un entierro. El entierro de alguien al que habían matado ellos.

Y en fin, la mayor vergüenza de todas aunque parezca que no tiene que ver con eso, es que casi al mismo tiempo Rodrigo Rato, Alfonso Cortina, Ana Palacio, Isabel Tocino y unos cuantos altos cargos más del PP (podrían ser del PSOE) eran nombrados consejeros de diversas empresas como Enagás y otras parecidas, pasando a acumular así en sus nóminas otro supersueldo anual. Algunos de ellos ya tienen cinco de esos supersueldos, y muchos son de más de cien mil euros al año.

Que no les extrañe que en las calles vuelen adoquines. Dentro de poco volarán hasta los leones de las Cortes enteros. Rugiendo.

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