Opinión

Alguien tendrá que pagar por esto

Yesto es el fracaso institucional contra la pandemia, la ineficacia de las medidas adoptadas, la lucha política y, sobre todo, partidista, que impide frenar los contagios. Como consecuencia de todo ello, y pese a la prometida ayuda europea, los organismos internacionales advierten de que la crisis económica española será catastrófica y sin precedentes.

Esos negros augurios, y el coste electoral que recaerá sobre las siglas que sean señaladas como responsables de la mala gestión, es lo que provoca los agrios enfrentamientos entre los dirigentes políticos. Nuevamente, el cálculo electoral está por encima de los intereses de los ciudadanos, sean estos de tipo sanitario o económico. La peor crisis sanitaria y la peor crisis económica del siglo XXI coinciden en el tiempo con la peor clase política desde hace décadas. No hay, en este momento, ni uno solo dirigente político que tenga un proyecto de país, una idea clara de cómo encarrilar el futuro de España a nivel territorial, ni constitucional, ni económico. El juego de regate corto, de salvar el hoy, de aferrarse o llegar al poder como sea, es el triste panorama con el que convivimos.

Nadie asume ninguna responsabilidad ante el vergonzoso dato de que somos el país de Europa con los peores datos de contagios, ingresos hospitalarios y casi de muertos por el coronavirus. Nadie dimite, con la honrosa excepción del consejero de Asuntos Sociales de la Comunidad de Madrid, quien ya tuvo el coraje de denunciar la inaceptable crueldad de prohibir que los ancianos de las residencias fueran trasladados a los hospitales en el anterior confinamiento. Queda por ver si la caótica gestión del cierre de Madrid capital y otros pueblos de alrededor resulta eficaz para frenar al virus. La libre circulación dentro del casco urbano y la cantidad de excepciones a la norma hacen dudar a los epidemiólogos de la efectividad de la decisión.

El coste económico que el cierre de Madrid va a suponer es el tema clave que nadie quiere asumir. De ahí que Pedro Sánchez se resista a repetir el estado de alarma y que la presidenta madrileña haya decidido acudir a los tribunales y cite a los empresarios en su despacho. Y mientras, la gente sigue enfermando, ingresando en los hospitales y muriendo. Y hoy es Madrid, pero mañana será Navarra o Castilla la Mancha o Cataluña. Pero nadie habla de la urgente necesidad de reforzar la atención primaria, de multiplicar por diez las plantillas de rastreadores que impidan que gente en cuarentena esté acudiendo al trabajo. Porque el intento de realizar test masivos en el pueblo de Vallecas se ha demostrado fallido. Sólo acudió un tercio de los habitantes del barrio.

Como la vacuna no llegará de forma masiva hasta mediados de 2021, habrá que enviar una comisión de expertos -si es que existen los que asesoran al Gobierno- a Alemania, para que aprendan como una dirigente seria y responsable como Ángela Merkel y una oposición política solvente han conseguido que el covid-19 no destruya el país.

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