Opinión

El show de Perpiñán

Ayer, con su acta de eurodiputado en la mano, el hombre que se atrevió a desafiar al Estado montó un “show” a treinta kilómetros de la frontera española. Carles Puigdemont, quien dirige la Generalitat desde su residencia de Waterloo, fue recibido por su acólito Torra y varios miembros del Govern como el héroe en el exilio que se acerca a la tierra prometida.

Estas funciones de realidad virtual, que tanto gustan al independentismo catalán, están pensadas únicamente para calentar la precampaña electoral y restar papeletas a ERC, quien por cierto no participó en el sarao, evidenciando las desavenencias en el secesionismo.

También los fugados Toni Comín y Clara Ponsatí se han atrevido a acompañar al "líder", sabiendo que las autoridades francesas no van a detenerlos pese a las reclamaciones de la Justicia española. Mientras Puigdemont se reunía en una carpa con sus familiares, ellos paseaban por la campa, cedida por el alcalde de Perpiñán. Queda la duda de saber si el citado edil está de acuerdo con la anexión de la denominada "Cataluña del norte" -de la que su ciudad forma parte- a la "República catalana".

A lo mejor es masoquista y quiere perder la nacionalidad francesa y la permanencia en la Unión Europea. Siempre hay políticos pintorescos.

Por su parte, los dirigentes de la CUP se han desvinculado del espectáculo, advirtiendo que este tipo de actos deben estar al margen de los intereses partidistas. Es decir: a Puigdemont y Torra se les ve demasiado la jugada.

Lluís Llach, que además de amenizar la fiesta cantando, se convirtió en maestro de ceremonias, fue el encargado de pedir al respetable que disculpara el retraso porque había "colas en la frontera" de gente que ansiaba ver a su ex. Como el relato y la imagen es lo que cuenta, lo más conveniente era que las televisiones retrasmitieran (en especial TV3) masas entusiastas, cubiertas con la bandera independentista, escuchando al "líder carismático". Uno de los vídeos que se presentaron en el escenario llevaba por título "Voces de la represión". Además de los enviados por los presos de Lledoners, con el claro objetivo de provocar la emotividad y el victimismo en los asistentes.

Marta Rovira, la dirigente de ERC que también se dio a la fuga antes de pasar por la Sala II del Tribunal Supremo y que vive con su familia en Suiza, fue la máxima representante de su formación en el espectáculo político/ musical de Perpiñán. Mientras sus compañeros de filas enviaban una delegación de "bajo perfil", la huida ha creado una solidaridad emocional muy relacionada con la ausencia del ejercicio del poder al que es difícil regresar cuando se han puesto pies en polvorosa.

Si no fuera por lo ridículo del espectáculo, resultaría profundamente irritante éste continúo poner en solfa a la legalidad de un régimen democrático como el español por unos delincuentes que pretenden volver a cruzar la frontera sin pagar ningún peaje por su ilegal desafío.

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