Opinión

Manos atadas

De nada han servido las negociaciones de pasillo, hasta el último minuto, para evitar que los socios de investidura no se abstuvieran (que es lo mismo que decir no) ante las propuestas del objetivo de déficit y techo de gasto.

El tema no es baladí y supone un recorte de once mil millones en las partidas que el Gobierno había destinado a compensar los recortes de la crisis y cimentar sus expectativas electorales. De nada han servido las duras palabras de la ministra de Hacienda, haciendo un recuento de los perjudicados por el no, ni la frase de Pedro Sánchez acusando a la oposición de "golpear a los ciudadanos".

Podemos, que quería más gasto, lo tiene fácil a la hora de explicárselo a sus bases. Los independentistas catalanes, que van a tener que reducir gasto, se han anclado en el reconocimiento de la autodeterminación y no están dispuestos a dejarse comprar por cuatro monedas. Pero, por encima de todo, está la satisfacción de recordar a Sanchez su orfandad de ochenta y cuatro diputados. Si, además, estaba cantado que la mayoría absoluta del PP iba a tumbar en el Senado la propuesta gubernamental, ninguno ha querido mancharse las manos dando un voto con poco recorrido parlamentario.

El tema es muy grave porque todas las ofertas realizadas desde Moncloa, de la Memoria Histórica y los restos de Franco en el Valle de los Caídos, hasta la vuelta a la Sanidad Universal, pasando por la mejor dotación a las Comunidades Autónomas, necesitan el consentimiento de Bruselas para fijar la senda del déficit. Una vez conseguida la autorización de la UE, la negativa del Congreso cierra el grifo del gasto.

No es que no se pueda gobernar así, es que no van a poder cumplirse ninguna de las ofertas de mejora de prestaciones y servicios, con el consabido coste electoral que ello acarrea cuando los ciudadanos ven frustradas las promesas iniciales.

Ya se sabía que la vida parlamentaria no iba a ser un camino de rosas y el desastre de los ocurrido con las votaciones de RTVE dieron buena muestra de ello. No obstante, quedaba la esperanza de que la izquierda del hemiciclo sería más solidaria con las cosas de comer

No cabe confundirse con el "éxito" de la votación que ha nombrado a Rosa María Mateo administradora única de RTVE. Las presiones para los cargos de responsabilidad en los Informativos van a ser a cara descubierta. Y las negociaciones para cerrar el nuevo pacto por una televisión pública con el respaldo de todos los partidos puede alargarse en el tiempo si empiezan los vetos a los candidatos no afines.

Pero volviendo a los Presupuestos, verdadero meollo de la función de Gobierno; Sánchez advirtió también que volverá a presentar la propuesta al Congreso. No le queda otro remedio que hacerlo ya que tiene que cumplir el artículo 15 de la Ley de Estabilidad. El riesgo es que se vea obligado a presentarlo una vez cada mes sin conseguir aprobarlo.

Temor justificado, cuando Puigdemont, de vuelta en Bruselas (a donde ha acudido Quim Torra para recibirlo como al héroe que regresa), se ha preguntado en voz alta que Sánchez no había entendido la razón de su apoyo en la investidura. Por si no le había quedado claro, pedagógicamente le recomienda: "Tiene que hacer los deberes pendientes porque se le acaba el periodo de gracia".

La única manera de soslayar el chantaje de Puigdemont, las pretensiones de Podemos, o el veto del PP pasaría por reformar la Ley de Estabilidad Presupuestaria para que el voto del Senado no fuera el definitivo y el proyecto volviera al Congreso para que los diputados tuvieran la ultima palabra. Parece que la ministra de Hacienda no es muy partidaria, dado que modificar una ley orgánica exige mayoría absoluta y se volvería de nuevo al centro del laberinto.

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