Opinión

La niñez desgraciada

Las dos niñas de doce años que se arrojaron esta semana desde un sexto piso en Oviedo son una tragedia a la que la sociedad no puede acostumbrarse con la misma parsimonia con la que hemos aceptado como inevitables los asesinatos machistas.

Algo muy grave está ocurriendo para que la presidenta de la Asociación contra el acoso escolar advierta del incremento vertiginoso de peticiones de ayuda por intentos de suicidio que reciben cada día. Y algo ha sucedido en este país, después de la pandemia, para que niños y adolescentes acudan cada vez a las consultas de psicología en demanda de ayuda.

La generación de sus padres y abuelos callaron las agresiones pederastas que sufrieron en determinados centros religiosos, y no se puede consentir que el acoso escolar se convierta en el día a día de los colegios de hoy.

Y puede que el acoso y las burlas de los compañeros no sean la única causa de que dos niñas se quiten la vida, pero ahí está precisamente el problema social que hay que afrontar y no mirar para otro lado, como hicieron las generaciones que consintieron o al menos callaron la pederastia.

La niñez -casi sobra decirlo en un país con los datos de natalidad de los más bajos de Europa- es una etapa mágica y fundamental en el devenir de un ser humano y su protección debe estar asegurada no solo por sus familias si no por todos, incluidas las instituciones y el Estado.

Un insigne psicólogo decía en una entrevista que “quien se suicida quiere dejar de sufrir, no dejar de vivir”. La frase, demoledora, obliga a preguntarse qué sufrimiento insoportable lleva a dos niñas a arrojarse desde un sexto piso, tras salir de su casa para ir al colegio. Dejaron las mochilas en el rellano y subieron del cuarto donde vivían al sexto para arrojarse. Y no son las únicas. Hace unas semanas otras dos niñas se tiraron desde el balcón en Sallent, Cataluña, muriendo una de ellas y resultando gravemente herida la hermana.

Ahora que, en plena campaña electoral, los políticos ofrecen el oro y el moro para lograr los votos que les llevarán al ansiado poder, es el momento de reclamar mayor inversión en la atención sicológica en la Sanidad Pública. Los escasos profesionales con que cuentan los centros de salud dan cita con meses de demora, incapaces de atender el aluvión de peticiones.

Pero el desgarro mental de un niño no admite retrasos porque el riesgo de que acabe en tragedia está ahí, ante nuestras narices.

En un país donde en las familias hay más animales de compañía que niños, y donde los bebés se han convertido en un bien escaso, es perentorio protegerles y, sobre todo, no nos podemos permitir que sean tan desgraciados como para quitarse la vida.

Te puede interesar