Opinión

Yo tampoco

Mientras las Fuerzas Armadas se preparaban para desfilar por la Castellana y miles de españolas comenzaban el largo puente del Pilar, una patera llena de subsaharianos que había salido de Nador, Marruecos, se dejaba en el mar diecisiete desaparecidos.

Salvamento Marítimo consiguió rescatar a 36; algunos llevaban horas en el agua, sujetos a una lancha medio hundida en la que había tres cadáveres. En la estrecha franja de agua que separa el norte de África de España han muerto este año casi cuatrocientas personas y muchas de las que lo han logrado ha sido a costa de penalidades difíciles de olvidar.

La inmigración, ese combustible que tantos réditos está dando a la extrema derecha y que el gobierno populista de Italia ha convertido en su banderín de enganche, es un drama humanitario y una indignidad para las sociedades democráticas. Europa tiene un grave problema con la inmigración por mucho que Bruselas se empeñe en mirar para otro lado y dilatar soluciones. Y es más grave que el Mediterráneo se convierta en un gigantesco cementerio que que los populismos suban como la espuma en las encuestas.

Uno de los problemas de mas fácil solución en la ayuda al desarrollo. Por poner un ejemplo: Marruecos, que es un socio imprescindible, ha multiplicado el gasto en la vigilancia de fronteras como le había pedido la UE. Pero los fondos, hace tanto tiempo prometidos para ayudarles, no llegan. Y eran una cantidad misérrima comparada con el dinero que ha recibido Turquía por acoger a los refugiados sirios.

Desde la supremacía europea se pretende que tanto Libia, que es un Estado fallido, como Marruecos, hagan de cancerberos y protejan las fronteras del sur de la UE a cambio de nada. O a cambio de certificados de democracia que con tanta autoridad moral se atreven a extender los países ricos.

Es la ineficaz burocracia de Bruselas la que permite que se retrase "sine die" la ayuda a Marruecos, cuando si se dieron prisa por la crisis alemana en entregar 3.000 millones a Erdogan y doscientos a Trípoli, para paliar el crecimiento de la extrema derecha en Italia.

Y todavía pueden empeorar las cosas si el Parlamento Europeo no ratifica el acuerdo de pesca con Marruecos, fuente de ingresos importantísimo y de puestos de trabajo en empresas conjuntas. Porque conviene no olvidar que de los seres humanos que se lanzan al mar buscando una vida mejor, un 35 por ciento son magrebíes que huyen también de la antesala de la pobreza extrema y las guerras del centro de África.

El ministro del Interior Fernando Grande Marlaska no ha desistido de su empeño en retirar las concertinas de la vallas de Melilla y, sin perder seguridad, buscar soluciones inteligentes para proteger ambas ciudades autónomas. Porque, aun con heridas muy graves, las vallas se siguen saltando y las pateras siguen cruzando y sus ocupantes muriendo en el mar mientras Europa no les ayude.

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