Opinión

La exportación, pulmón del sector agrario

Con unas ventas superiores a los 41.000 millones de euros, los sectores agrario y de la industria alimentaria, constituyen uno de los pilares más importantes en el comercio exterior, con una balanza comercial claramente positiva y, sobre todo, con unos porcentajes de crecimiento muy superiores al resto de los países comunitarios que suponen la principal competencia. Esta situación ha permitido que, en los últimos años, España haya pasado a convertirse en el cuarto país exportador de la Unión Europea en los productos agrarios y alimentarios, sólo por detrás de Alemania, Francia y Holanda y ya ligeramente por encima de los italianos.

La exportación ha sido uno de los principales objetivos de la política planteada desde el Ministerio de Agricultura vía la reducción de papeleos en las tramitaciones instalación de una ventanilla única para determinadas exigencias, tratando de lograr una mayor coordinación a todos los efectos con los responsables de Comercio Exterior en aras de una mayor eficiencia en todas sus actuaciones, aunque, a la postre, el éxito de la evolución del comercio exterior ha venido determinado especialmente por la existencia de una nueva generación en el mundo empresarial que mira hacia el exterior. Para algunas producciones, exportar es una forma de dar salida a los excedentes y mantener los precios, mientras otros sectores producen por encima de la demanda interior con la mirada puesta en los mercados exteriores.

En una economía cada vez más globalizada, uno de los ejes de la actividad exportadora en el mundo pasa, cada día más, por el desarrollo de acuerdos comerciales entre países o bloques de países, con sus condiciones específicas, aunque todo ello se haga en el marco de las reglas de juego marcadas por la Organización Mundial de Comercio. España, como país miembro de la Unión Europea, no tiene la capacidad para suscribir acuerdos con terceros países, si bien dispone de la posibilidad de lograr la apertura de fronteras a determinados productos en función de sus características de sus producciones como son n los compromisos logrados por el secretario general de Agricultura, Carlos Cabanas en China para facilitar la entrada de varios productos en el sector de las frutas.

La Comisión de la Unión Europea, en su estrategia de comercio con terceros o bloques de países, cuenta en la actualidad con diferentes acuerdos y otros en proceso de negociación, entre los que destacan los comprendidos en el Mediterráneo del norte de África, a la cabeza de los cuales se halla Marruecos, países de Centroamérica, países andinos, Mercosur, países ACP, Canadá o Japón. Sin embargo, una de las características más destacadas en ese tipo de acuerdos, especialmente cuando se trata de países en vías de desarrollo o muy industrializados, es que los acuerdos suponen fundamentalmente la apertura de esos mercados para la venta por parte de la UE de tecnología o bienes industriales, mientras Bruselas abre sus puertas a los productos agrarios en contra de los intereses de los agricultores y ganaderos comunitarios.

En materia de acuerdos de comercio, la actualidad, a efectos del sector agrario español pasa por dos grandes acuerdos. El primero ha sido la firma reciente por Estados Unidos con una docena de países de Asia y Pacífico donde se hallan varios centroamericanos y sudamericanos, además de Canadá, otros asiáticos y Australia por el que se habrá políticas de apertura de mercados por reducción de aranceles.

Se trata de un acuerdo que se podría entender no afecta directamente a los intereses de las exportaciones españolas. Sin embargo, sí puede tener efectos indirectos muy negativos para las ventas españolas en el exterior muy especialmente para productos como vino, carnes de porcino, frutas o el propio aceite de oliva. Con la firma de ese acuerdo, países como Canadá o los propios Estados Unidos tendrán ventajas competitivas para entrar en los mercados asiáticos, fundamentalmente en Japón, para la venta de porcino donde España tiene una penetración en aumento con productos de valor añadido con ventas de unos 200 millones en el caso del porcino y de otros 70 millones en vinos de calidad. En el conjunto de la UE, extraoficialmente se contemplaban la posibilidad de que los países miembros pudieran perder dos terceras partes de las actuales exportaciones de porcino a ese país.

Estados Unidos, por volumen y sobre todo, también por precio, es un mercado importante para las exportaciones españolas en productos como aceite, con unas ventas directas desde España de más de 90.000 toneladas por unos 240 millones de euros y otros 250 millones en vinos. Lo mismo sucede en vino los mercados canadiense o mexicano. Ese acuerdo Asia- Pacífico supone la posibilidad de que esos mercados tengan un importante incremento de las importaciones de vinos chilenos o australianos al disponer de unas condiciones especiales de entrada en detrimento de los españoles. En el caso del aceite, las producciones de los países firmantes de ese acuerdo, caso de Australia, no son elevadas, pero el acuerdo podía suponer un impulso a sus superficies de cultivo pensando en las posibilidades de venta que les ofrece a medio plazo el acuerdo.

Frente a esta iniciativa norteamericana en esa zona del mundo, Bruselas tiene la necesidad y la obligación de suscribir acuerdos bilaterales con los países o bloques más importantes que supongan una salida en volumen y, sobre todo en precios, a los productos comunitarios. Ente esa línea se hallaría la negociación de un nuevo acuerdo con Mercosur, Japón y muy especialmente el que se discute desde hace meses con Estados Unidos. Nadie pone en duda la necesidad de un acuerdo comercial y de inversión entre los dos grandes bloques. Sin embargo, en medios agrarios y de la industria, preocupa el que, en principio, en las negociaciones desarrolladas hasta la fecha, Estados Unidos no se hayan avenido a la posibilidad de una armonización de las normas que existen en cada territorio y que actualmente juegan en contra de los intereses de los productores comunitarios. De entrada, Estados Unidos no quiere ceder en una armonización de las normas en el caso del aceite y, sobre todo, los problemas se pueden plantear en el caso de los diferentes subsectores ganaderos dada la existencia de unas regulaciones muy diferentes en cuestiones como sanidad, alimentación, seguridad alimentaria o bienestar animal, lo que mermaría, por sus mayores costes, la competitividad comunitaria frente a la norteamericana en unos mismos mercados.

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