Opinión

Fronteras contra el sector agrario

El comercio exterior constituye uno de los elementos más importantes de cualquier política agraria. Desde la perspectiva de las exportaciones, esas ventas suponen una vía de salida las producciones propias que superen la demanda interna. Desde el punto de vista de las importaciones, la entrada de otras producciones puede tener graves efectos negativos sobre los intereses de agricultores y ganaderos si las mismas no se hacen en las debidas condiciones en materia de volumen, precios y cumpliendo las exigencias zoo y fitosanitarias evitando que las fronteras de algunos países sean un coladero de plagas o enfermedades que ya estaban erradicadas en España y en toda la UE.

Gracias a las ventas en el exterior, al margen del problema que el bajo nivel de los precios, es posible el mantenimiento e incremento de la producción en algunos sectores claves como vino, aceite o frutas y hortalizas en la agricultura, algo que se repite en el porcino y, en menor medida, en vacuno o avicultura, en el caso de las cabañas ganaderas.

En la parte contraria, las importaciones desde los demás países de la UE, o desde terceros países, debido al elevado volumen de las mismas y sus condiciones de entrada, han provocado el hundimiento de cotizaciones y, en muchos casos, abandonos de producciones. Entradas masivas y sin control de tomates procedentes de Marrueco, provocan cada campaña el hundimiento de los mercados comunitarios; la invasión de la patata francesa está reduciendo las superficies de cultivo en diferentes zonas tradicionales de siembra; la leche y los productos derivados procedentes igualmente de otros Estados miembros a precios de saldo tiran las cotizaciones en el mercado interior; los corderos pesados se cargan la producción española de calidad; la miel china se utiliza para la mezcla industrial para su venta aprecios de oferta y las masivas importaciones de cereales imponen sus precios en los mercados al margen de que haya una buna o mala cosecha en España.

La gran importancia del comercio exterior para el desarrollo de la economía mundial, es el motivo para su regulación desde la Organización Mundial de Comercio con la mirada puesta muy especialmente en facilitar las operaciones de los países en vías de desarrollo, exigiendo una mayor apertura de fronteras a los países desarrollados. L a Comisión Europea se puede decir que es el bloque económico más importante del mundo y el más comprometido con el cumplimiento de las exigencias de apertura de fronteras acordado en el seno de la Organización Mundial de Comercio, a las que se añaden los acuerdos bilaterales para acceder a los mercados suscritos individualmente con terceros países. Sin embargo ese especial celo por la apertura de fronteras, tiene importantes puntos negros que están afectando negativamente al sector agrario comunitario, sin que desde las instancias de Bruselas se tengan en cuenta, en su justa medida, los intereses de sus agricultores y ganaderos.

Desde la perspectiva de las exportaciones, los operadores en una serie importante de productos como aceite de oliva, frutas y hortalizas, carnes frescas y productos derivados y hasta en el vino, tienen que hacer frente hoy, en algunos terceros países importantes consumidores, a una ola creciente de proteccionismo impulsada por esos gobiernos en defensa de los intereses de sus agricultores y ganaderos. Aunque oficialmente no existen barreras comerciales arancelarias o deberían funcionar también los acuerdos bilaterales, la realidad es que en terceros países están surgiendo barreras artificiales argumentando fundamentalmente riesgos en materia de seguridad alimentaria o el peligro por la posibilidad de entrada de plagas o enfermedades a través de la importación de productos, plantas o animales. A esas barreras se suma, además, el establecimiento de otras trabas como diferentes exigencias en materia de descarga, cuarentena en puerto de la mercancía, análisis individual de cada palé de aceite o de cisterna de vino a granel y, a la postre, hacer desistir al importador de operar en esos territorios. Países como Estados Unidos o Japón, así como otros sudamericanos y centroamericanos, son especialmente exigentes a la hora de abrir sus fronteras a estos productos, cuando no aplicar aranceles a capricho contra los que hay que iniciar largas denuncias en el seno de los organismos internacionales. Mención especial merece el caso de China cuyos productos, en muchos casos sin ningún tipo real de control de calidad y seguridad alimentaria inundan el mundo, mientras han levantado auténticas barreras para la entrada solo de los productos que les puedan interesar en cada momento

Frente a estos problemas de acceso a nuevos mercados en terceros países, el sector denuncia que la Comisión de la Unión Europea se está manteniendo prácticamente al margen, como si esa guerra no fuera con los intereses del sector agrario comunitario. En el caso de España, se aplaude el esfuerzo de la Administración para poner en marcha un plan de internacionalización del sector agrario y alimentario, pero a la vez no se empuja más en Bruselas para abordar este problema de fondo como son las barreras en las fronteras. Desde el sector se reclama a las autoridades comunitarias un toque de atención a esos países y amenazar a los mismos con la aplicación de los mismos planteamientos hacia sus exportaciones a los mercados comunitarios, aplicar simplemente una política de reciprocidad.

En el caso de España, a esas dificultades para la entrada con algunos productos en terceros países, se suma también la corriente nacionalista que reclama el consumo de sus propios productos agrícolas en varios Estados de la Unión Europea, como Francia o Reino Unido, donde uno resultado de esos movimientos han sido los ataques en campaña contra camiones con cargamento español, fundamentalmente en Francia.

Mientras todo esto sucede en el exterior a la hora de exportar, las fronteras comunitarias siguen siendo un coladero en lo que afecta a las importaciones en volumen, en precios y hoy, aún lo más preocupante por los escasos controles que se hacen en seguridad fito y zoosanitaria, es la entrada de productos, plantas o animales portadores de plagas o enfermedades que se hallaban erradicadas del sector.

Desde terceros países, según datos elaborados por la propia Comisión, desde 2009 a 2013, por falta de controles, han entrado en el espacio comunitario al menos ocho plagas que han afectado a cultivos de patata, a diferentes frutales, muy especialmente a los cítricos, mientras hoy Bruselas se dispone, por fin, a adoptar medidas para luchar contra la expansión de la bacteria Xylella fastidiosa, también conocida como el ébola del olivar, que puede dañar también a otros cultivos leñosos como el viñedo, poniendo en peligro sectores claves de la actividad agraria.

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