Opinión

Productos agrarios de oferta

Durante las últimas semanas han sido noticia los precios de venta anormalmente bajos de dos productos importantes para el sector agrario como son el aceite de oliva y la leche por parte de un gran grupo de la distribución y otro, el aceite, solamente en otro grupo, como banderín de enganche para la cesta de la compra. En unos casos, se trataba de productos baratos bajo la marca de la gran distribución a 0,20 euros litro de leche o aceite a 2,19 euros litro, y en otros casos bajo la marca de un fabricante, aceite a 2,18 euros litro y leche a 0,20.

No son hoy los únicos casos de productos agrarios baratos como reclamo para que los consumidores acudan a esos centros y solo basta mirar también los precios del conejo. El Ministerio de Agricultura ha recibido las denuncias de industrias y de las organizaciones agrarias y ahora debe ser otra Administración, el Ministerio de Economía a través de los servicios de Competencia y las Comunidades Autónomas que son quienes tienen las competencias en la materia, a quienes toca investigar si son ventas a pérdidas, por lo que podrían sufrir elevadas multas
Sobre el papel, se trata de una agresiva política de precios a la baja en la batalla que sostienen los grandes grupos de la distribución para ganar cuota de mercado en un sector donde Mercadona es el líder indiscutible con una cuota superior al 22%, seguida de un 9% del grupo Dia tras una importante subida vía compra de tiendas de Eroski y de El árbol, otro 9% de cuota para el grupo Carrefour, Eroski, en baja, hasta un 5%, un Lidl en aumento hasta más de un 4% y un porcentaje similar para el grupo Auchan-Alcampo.

Esta política de guerra de precios a la baja en solamente uno o dos de los productos más socorridos en la cesta de cualquier hogar, supone un dato positivo para cualquier consumidor que así se ahorra unos euros en la compra de esos productos. Pero, no se puede dejar a un lado, que se trata también de una estrategia muy estudiada para que el consumidor que acude a esos centros, a la vez que adquiere esos productos de oferta, llene con otros no rebajados el carro de la compra. Y, sobre todo, lo más importante desde la perspectiva del sector agrario, que se trata de políticas de precios a la baja que, al final, pagan los agricultores y ganaderos como el eslabón final de la cadena. 
Es evidente que, en el desarrollo de la cadena de valor de un producto desde que sale del campo al matadero es posible eliminar intermediarios e incrementos que no aportan ningún valor al producto.

Pero, si al consumidor se le ofrece un producto anormalmente barato, difícilmente el agricultor o ganadero va a recibir un precio justo que le permita unos ingresos rentables. Además, vender un producto de calidad a precios de saldo colocando el mismo como producto de oferta y hasta de regalo por la compra de otros bienes, supone desprestigiar su imagen en el mercado interior y ante el exterior. Un industrial tendrá más dificultades para exportar aceite a precios elevados si el importador de ese país visita España y se encuentra con precios anormalmente bajos para ese producto en los lineales de la distribución.

Además de la leche y del aceite, dos clásicos en las políticas de ofertas de la gran distribución, por ese calvario de precios de oferta han pasado también en momentos concretos otros productos como los cítricos, los criadores de conejos con sus granjas amenazadas de cierre por el mismo motivo al tener unos precios de venta de 1,50 kilo vivo frente a unos costes de producción de 1,80 euros y el propio sector del porcino.

Esta política de precios bajos tirados por los suelos para algunos productos agrarios, constituye uno de los peores enemigos para agricultores y ganaderos. Fruto de esa preocupación, en la anterior legislatura, desde el Ministerio de Agricultura se adoptaron dos decisiones para mejorar la situación, como se ve, con resultados discretos: Una, la aprobación de la Ley de la Cadena Alimentaria donde se contemplan una serie de exigencias de obligado cumplimiento. Otra, la firma de pactos de buenas intenciones entre productores, industriales y la gran distribución para eliminar los precios de oferta y dejar de banalizar los productos agrarios de calidad.

La Ley está cumpliendo con su papel de exigir contratos en todas las operaciones de compraventa en el sector agrario con industrias y con la distribución, que se cumplan los pagos a 30 y 60 días para los productos frescos o elaborados, o que no se haga ninguna entrega de un producto sin que se conozca el precio de venta. La ley se marcó sin embargo sus propios límites a sus competencias y, en la actualidad se halla atada de pies y manos para perseguir las prácticas de ventas a pérdidas cuya competencia se halla en poder de las Comunidades Autónomas. En este caso, Agricultura se ha quedado en mero espectador o, como mucho, en informador sobre la existencia de esas posibles prácticas, pero sin otras posibilidades de actuación.

En lo que respecta a los pactos de buenas intenciones suscritos entre todas las partes de la cadena, productores, industrias y la distribución con el respaldo de Agricultora para evitar las ventas a precios de saldo de algunos productos agrarios, no se puede decir que haya sido un total fracaso. Han existido grupos de distribución que lo han respetado. Sin embargo, se trata de una situación difícil de sostener si, mientras unos grupos cumplen con lo pactado, otros también firmantes de los acuerdos lo saltan a la torera bajando los precios y robando a los demás amoralmente cuotas de mercado.

Frente a esta situación, Economía y las comunidades autónomas tienen la obligación y el derecho de actuar. Agricultura es mero mirón. El sector agrario, con motivo de las anteriores movilizaciones de la leche y los bajos precios de la misma en los lineales de algunos grupos de la distribución, protestó en Galicia bloqueando las plataformas de distribución de esos grupos. Subieron los precios y ahora han vuelto a las ofertas.

El precio que reciben los agricultores y ganaderos por sus productos, en muchos casos no lo fijan los primeros compradores, corredores e intermediarios, operadores o las propias industrias, sino que son consecuencia de las estrategias de mercado de los grandes grupos de la distribución.

Te puede interesar