Opinión

Sector agrario, despensa barata

Carnes, leche, queso, pan y cereales aceites y grasas, pescados, frutas y hortalizas, bebidas refrescantes y con alcohol constituyen los productos alimentarios base de la cesta de la compra. En función de las producciones de temporada, la evolución de la oferta y el comportamiento de los precios, su participación en los gastos de los hogares presenta solo ligeras oscilaciones salvo en fechas como las fiestas navideñas.

Frente al resto de los países comunitarios, se ha tenido siempre la impresión de que hacer la compra en España de los productos alimentarios es más barata que en resto de la Unión Europea y, sobre todo, frente a los países del norte, pero que, en realidad, no sería así si se tuvieran en cuenta los niveles de renta y, en consecuencia, la capacidad adquisitiva de los habitantes de cada país. Esta creencia, de que, en el fondo, los precios en España no son de los más baratos si se comparasen los salarios, la vienen a desmotar las estadísticas comunitarias aplicando las paridades de poder adquisitivo por las que se contemplan conjuntamente los preciosde los productos y los niveles de rentas. De acuerdo con esos datos, España sería el segundo país más barato de la Unión Europea a 15 miembros, para la casi totalidad de los productos alimentarios, solamente por delante de Portugal. Frente a un índice medio de 100, Dinamarca se situaría el 139, Suecia en el 116,4, Austria en el 113, mientras España tendría el índice 88,1 y Portugal en el 84,3.

En bebidas no alcohólicas, España tiene los precios más bajos de toda la eurozona y en las bebidas alcohólicas ocupa el penúltimo lugar solo por delante de Alemania. La situación sería diferente si se tomaran en cuenta los precios y los salarios de los nuevos países miembros del este como Rumanía, Eslovaquia, Eslovenia, etcétera, actualmente en la UE a 27.

Entre otros puntos, estos serían los datos más relevantes sobre los niveles de precios.

Solamente el pan y los cereales son un 4,9% más caros en España que la media de los precios pagados en la Eurozona. En Finlandia, el pan es un 48,4% más caro que la media.

En leche, quesos y huevos, los precios en España son un 9,3% inferiores a la media comunitaria.

Las frutas y hortalizas son en España un 12% más baratas que la media comunitaria, lo cual da una idea de lo que encarece la cadena de distribución que hay en España para un producto cercano, frente a las importaciones a las que se ven obligados otros países.

En el conjunto de las carnes, los precios son un 25% más baratos que la media comunitaria de la eurozona, mientras en Dinamarca o Austria se pagan un 20% más caras.

En aceites y grasas los precios son un 15% más baratos que la media de la UE a 15, frente a Dinamarca donde los pagan un 52,5% por encima

En bebidas no alcohólicas, los precios en España son un 17% más bajos que la media comunitaria y un 14%, 7% si se trata de las bebidas alcohólicas. Los países con las bebidas alcohólicas más cara son igualmente los del norte, Finlandia, Suecia e Irlanda.

Este comportamiento a la baja de los precios de los productos agrarios al consumo en España frente a los niveles que pagan los consumidores de otros países comunitarios, tiene diferentes causas entre las que se podían destacar las siguientes:

En primer lugar, porque España es un gran país productor de materias primas agrarias, desde el conjunto de las frutas y hortalizas a todo tipo carnes y productos ganaderos. La existencia de una oferta abundante y cercana es una de las razones que influyen en esta situación, aunque ello no es obstáculo para que en ocasiones se lleven a cabo desde la industria o la distribución importaciones más baratas desde terceros países.

En contra de la existencia de unos precios elevados en el campo juega igualmente el hecho de ser un sector escasamente organizado, incapaz de hace una defensa firme de los precios de sus producciones. Aunque sobre el papel funcionan miles de cooperativas y las propias organizaciones de productores, la realidad es que no existe el tamaño y los niveles de concentración suficientes para mandar en unos mercados donde en periodos de excedentes los precios se vienen abajo y ante malas cosechas tardan en levantar.

La cercanía entre la producción y los puntos de consumo son un elemento a favor para que no se elevaran en exceso los precios de los productos agrarios. La realidad, por el contrario, es que, debido a los problemas estructurales de la cadena alimentaria, muchos intermediarios y la escasa transparencia de la misma hace que en los casos de las frutas y hortalizas, los precios de origen se lleguen a multiplicar hasta por 1000%. A pesar de ello, dado los precios bajos pagados en origen, los mismos siguen siendo más baratos que en otros países comunitarios. En el caso de las producciones de carnes, la existencia de una cadena más corta hace que los precios no se disparen como en frutas y hortalizas y que, en fechas éstas, un cordero lechal se hayan comercializado al consumo a entre 10 y 11 euros kilo, 25 euros la unidad, lo que reflejaría el precio bajo pagado al ganadero.

Finalmente, en este comportamiento de las cotizaciones de los productos agrarios en España, juega un papel decisivo el desarrollo de unas estructuras de comercialización dominadas por unos pocos grandes grupos que han hecho de los precios bajos su bandera para atraer a los consumidores. En base a esa estrategia la gran distribución campa a sus anchas para imponer los precios en origen para productos como pollo, conejos, leche, o aceite para que sean atractivos para sus clientes- consumidores, al margen de los costes o niveles de rentabilidad que pueda tener ese sector productor. Y, caso de no poder cumplir esos objetivos con el producto nacional, acudir a las importaciones baratas. Por otra parte, es un hecho constatado y denunciado por las organizaciones agrarias que un mismo grupo de distribución ofrezca el mismo producto a precios muy diferentes a uno y otro lado de los Pirineos como sucede con leches o pollo. En Francia, precios más elevados, 3,5 euros por un kilo de pollo y a 1,99 en España; o leches a un euro en Francia y a 0,65 en España, simplemente porque en ese país la propia Administración y los productores ejercen una mayor presión sobre esos grupos para que no abusen de la parte más débil de la cadena.

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