Opinión

Atraso de esta tierra

Me decía el otro día un amigo que, para comprobar el abandono y desprecio que, desde las administraciones públicas, año a año se muestra hacia Ourense, no había nada mejor que darse una vuelta por otros territorios de Galicia y ver lo que por allí se cuece o invierte. Y tenía razón; el pasado puente de Santiago fui desde la ría de Baiona hasta la ría de A Coruña, y constaté la flagrante discriminación de la que seguimos siendo víctima los vecinos de esta ciudad. Crucen, si no, el puente de Rande (entrada y salida de Vigo) y contemplen la faraónica obra de su ampliación, como bien merece una infraestructura vital para la comunicación de las Rías Baixas. Sigan hasta Santiago, y al llegar a sus afueras asómbrense de los nudos de acceso a la capital gallega que están en construcción, pues pareciera que llegásemos a una gran urbe cosmopolita. Sigan luego hasta A Coruña, preciosa ciudad, y tras perderse por su calle Real hasta María Pita, y darse después una vuelta por el paseo del Orzán hasta la Torre de Hércules, continúen hasta alguno de sus concellos limítrofes, Oleiros sin ir más lejos, y paseen por pueblos como el de Mera, donde todo es pulcritud, buen gusto y cuidado por mantener en perfecto estado sus calles, aceras, contenedores e impolutas playas. Y tras ese aleccionador viaje regresen a Ourense y vuelvan a su triste realidad.

Porque es triste la manifiesta falta de esmero con la que se conduce esta ciudad; no de otro modo se entiende el desapego en la conservación de sus parques públicos, sucios, abandonados; triste es también observar cómo la maleza se hace dueña de las riberas del Barbaña en pleno centro de la ciudad; es desalentador constatar que los paseos fluviales que circundan la ciudad ofrecen una imagen de dejadez que casa mal con el espacio privilegiado que ocupan; es incomprensible cómo las escaleras que dan acceso al entorno del claustro de San Francisco  son presa de las malas hierbas, curiosa tarjeta de visita para los turistas que se acercan a conocer ese conjunto monumental; y así podríamos seguir… ¿Qué ocurre señor alcalde? ¿Están todos los operarios de ese Concello en situación de baja por enfermedad, y por eso nadie puede mantener limpia y cuidada esta ciudad? Aún debo convencerme de que fue cierto que ustedes dijeron, como justificación de la falta de recursos económicos para atender las básicas obligaciones de la Concejalía de Servicios Sociales (atención domiciliaria, ayudas escolares, etc...), que no se pudo atender los pagos pendientes a tiempo porque «la» funcionaria encargada de firmar las órdenes de pago estaba de baja por una intervención quirúrgica. ¿Cómo es posible que se nos diga esto sin que se ruborice al oírse? ¿Cómo se mantiene aún en el cargo la responsable de tal Concejalía, parapetada tras esa excusa peregrina para defenderse de las críticas por su nula gestión? ¿Se imagina, señor alcalde, una empresa privada de 800 empleados en la que uno de sus departamentos quedase paralizado porque uno de sus operarios se pusiese enfermo? ¿Qué clase de director general estaría al frente si permitiese tal desaguisado? No, ya no podemos esperar a que las cosas echen a andar por sí solas; esta ciudad ha perdido dinamismo, vitalidad, y la comparación con el resto de las grandes ciudades gallegas es cada vez más odiosa. 

Menos mal que nuestra provincia pone el contrapunto feliz a tal desastre; por doquier se ven los resultados apabullantes de la explotación eficiente de la riqueza de las aguas hirvientes, y los frutos de las inversiones millonarias de los yanquis en las villas orensanas. ¡Ya se palpa la riqueza termal por acá y acullá! ¿Qué dicen? ¿No la ven? Claro, está bajo tierra. Por eso es termal. Y casi una cuestión de fe.  

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