Opinión

La derecha "feminista"

El término “feminista” se ha convertido últimamente en un comodín que lo explica o justifica todo; cualquier disparidad de criterios se salva arrogándose a la postre la cualidad de “feminista”. Ya puede algunos llamar a derogar la legislación que otorgó una especial protección a las víctimas -mujeres- de la violencia machista, que si al final dicen, vale, entiéndannos, esto no quiere decir que no estemos en contra de cualquier tipo de maltrato, también el de las mujeres, entonces ya pueden llamarse feministas con todo desparpajo. La derecha española se ha quedado tan descolocada ante el empuje actual de las mujeres por alcanzar la efectiva igualdad, que ha convertido en polisémica la acepción de “feminista”. Efectivamente, ¿hay algo más “feminista” que poner en plano de igualdad el maltrato a un hombre, a una mujer e incluso a un animal, pues todos somos criaturas de Dios? Pero sí, aún se puede ser más “feminista” si te dedicas a inventar estadísticas oficiosas acerca de falsas denuncias judiciales sobre maltrato que -dicen-  algunas presentan con espurios intereses, pues hay que corregir esos excesos; de nada sirve que no puedan estos sicofantes retrógrados corroborar esa supuesta avalancha de falsedades ante los jueces; el caso es delatar infundadamente a algunas arpías para de éstas proteger a las verdaderamente pías, y quién osaría entonces negarles la condición de “feministas”, a la vista de lo elástico de su moderno significado. 

La verdad es que, si de ser “feministas” se trata, nadie le hace sombra a esta recua de reaccionarios. Ellos sí que saben cuidar lo femenino; tan bien lo hacen, que han ido un paso más allá: han pretendido elevar el feminismo casi a la categoría de altruismo oenegista (permítaseme este palabro) hasta llegar a proponer la feminización de los úteros. ¿Cómo hacer tal cosa? Muy sencillo, basta con poner en alquiler los úteros (en lugar de úteros ellos hablan de vientres, que queda más fino e impresiona menos, y en vez de alquiler emplean la expresión maternidad subrogada, usando de modo muy forzoso el término jurídico subrogación, pero ése es otro debate) para que unas mujeres (las arrendadoras) cedan temporalmente el uso de sus entrañas a otras mujeres (las inquilinas) para que allí moren los óvulos fecundados de éstas durante nueve meses. Muy feminista. Y para que a nadie se le ocurra hablar (¡qué va!) de tráfico mercenario ni de cosificación de la mujer, ese contrato entre mujeres ha de formalizarse de modo altruista, y así nunca podremos criticar esta figura como una legalización vergonzante del tráfico de vientres, sentimientos, debilidades o necesidades económicas de chicas que en muchos países se ven abocadas a alquilar su cuerpo a parejas dispuestas a pagar unos miles de dólares (un pellizco tan solo de sus ahorros, pero una fortuna para aquéllas) para sobrevivir. No, aquí en España todo sería mucho más aséptico…cómo decirlo…, más liberal, una manifestación más de la libre economía de mercado. Y cómo no, indubitadamente “feminista”.

Hoy el feminismo es el valor en alza de la política, y más aún en la derecha, al menos en lo que ellos entienden como feminismo, dada la laxitud con que se emplea actualmente. Cuando las mujeres salieron masivamente a la calle hace unos meses porque ya no aguantaban tanta discriminación, los otrora “antifeministas” se quedaron en sus casas pergeñando cómo rebautizar este concepto hasta hacerlo suyo, aun a costa de desnaturalizarlo. Aun a costa de llamarse feminista por querer legalizar el tráfico de vientres de (en su inmensa mayoría) pobres desgraciadas.

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