Opinión

Lenguaje buenista

Aveces es por cursilería, otras es por ignorancia. Y la mayoría de las veces es por ese buenismo ahora tan en boga, hasta el punto que parece que tenemos que pedir perdón cada vez que llamamos a las cosas por su nombre. Hoy mucha gente habla y escribe de modo timorato, casi estreñido, usando eufemismos ante el temor, si no, de parecer políticamente incorrectos. Es paradójico que en un mundo cada vez más avanzado en áreas como la robótica, la inteligencia artificial o la biomedicina, nos hayamos vuelto tan puritanos en el habla. Somos capaces de manipular el ADN de un embrión, y surge un acalorado debate y conflicto ético a cada hito o posibilidad que se alcanza en el campo de la medicina y la genética. Es imposible ponerle puertas al campo, dicen los partidarios de que no se pongan cotos legales a los logros científicos; y sin embargo cuando hablamos…, es como si nos diese pavor enojar u ofender a este o a aquel colectivo, no porque nuestra intención sea ésa, sino porque hablar de forma clara y sin tapujos, evitando circunloquios innecesarios, hoy no se estila, es una rudeza, y hay que hilar muy fino para que a uno no le llamen racista, xenófobo o insolidario con los más desfavorecidos, aun a riesgo de caer en una ridícula maraña de ñoñerías o expresiones pedantes que, eso sí, quedan muy chuliguay.

Porque un niño negro no es un negrito -por esa regla de tres un niño blanco sería un blanquito-, ni una niña china, una chinita. En esos términos subyace una condescendencia, una piedad mal entendida, y así semeja que cuando decimos “negrito” realmente estamos compadeciéndonos de él, de ese “pobre niño negro, qué mal lo debe de estar pasando; vamos a llamarlo negrito y así suavizamos esa tara que lleva por ser negro”. Y así ocurre con multitud de expresiones, pues ya no hay ciegos sino invidentes, no hay lesbianas ni gais, sino seres con diversidad sexual; no se te ocurra hablar de “moros” para referirte a los musulmanes del Norte de África, pues te tacharán de racista al suponer estos lumbreras -ignorantes de nuestra historia- que usas ese adjetivo peyorativamente, cuando en realidad así se llamaban los que nos invadieron en el siglo VIII provenientes de la región norteafricana de Mauretania. No hables del descubrimiento de América, sino del genocidio y aniquilamiento de los pueblos indígenas por parte de los invasores españoles, pues para esos nuevos historiógrafos buenistas, hemos de pedir perdón constantemente por el hecho de que un tipo llamado Colón, echándole unos huevos que se las traía -perdón por lo de “echarle huevos”, micromachismo donde los haya- arribó a tierra extraña en tres naves de mierda en 1492, y se las tuvo que ver tiesas con los que por allí rulaban. Tanto como los visigodos con los moros por la Hispania, y antes los celtíberos con los romanos y éstos con los bárbaros.

Todos en amor y compañía, o al menos eso es lo que parecen ansiar los que echan mierda sobre nuestra historia, viendo con empañadas lentes del siglo XXI invasiones conquistas y guerras de hace siglos.

Hoy lo socialmente correcto es usar la arroba (@) en la escritura para englobar a ambos géneros y evitar así el masculino para referirse a ambos, de modo que “ningunes” de “nosotres” nos sintamos ofendid@s (adviertan el despropósito de la última oración); y así con todo. 

Creemos que somos progres y sin embargo toda esta pantomima no es más que un puritanismo rancio en el uso del lenguaje. En nada nos van a decir algunos (y algunas) cómo debemos hablar incluso de puertas para adentro. Al modo de un Gran Hermano pretendiendo ser la nueva RAE.

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