Opinión

La esencia del pacifista Thomas Merton a través de sus diarios

Como cada año, al acabar enero, se exalta el sentimiento no violento con la conmemoración de Gandhi. Traemos por ello a Thomas Merton, un grande que apoyó las causas pacifistas. Recientemente, ha sido destacado por su apertura al diálogo entre religiones, a la altura de Martin Luther King, por el Papa Francisco en Washington. Convertido al catolicismo, se hace monje cisterciense en Getsemaní (Kentucky), dónde vivió como un solitario, en un viejo cobertizo de herramientas, en el bosque, que convierte en ermita de Santa Ana.

Desde aquí aúna oración contemplativa e introspección con el compromiso social, sensible a los derechos civiles, y contra la Guerra de Vietnam. Hay entre nosotros un gran especialista en este autor, Ramón Cao, que acaba de presentar ‘Ocultarse en una hoguera. Thomas Merton a través de sus diarios’. Lo ha puesto en las librerías, hace unos meses, Eurisaces Editora, editorial de Chandrexa de Queixa, haciéndolo coincidir con el centenario de su nacimiento. Hombre de su tiempo, este monje trapense, escritor y poeta, fallecido en 1968 a los cincuenta y tres años, es centro de interés del Dr.Cao desde hace más de una década, del que ha publicado varias obras. En su análisis investiga la percepción del tiempo del monje, centrado en su jornada monástica, escritor fecundo en las dos horas que dedicaba al día. Es el venero, desde la riqueza interior.

Es inapreciable la labor del profesor Cao al mostrar la relación entre diario y obras de Merton, y sus influencias, desde Rilke a Thoreau, pasando por Pessoa, Kierkegaard, Raïssa Maritain o Basho. Su minucioso proceder intelectual debe ser destacado, a la par de un estilo fluido, luminoso en las palabras ponderativas de Torres Queiruga, que prologa como un regalo el libro, añadiendo que es ‘un baño fresco de hondura espiritual en un panorama tristemente calcinado por el ruido mediático y los tópicos falsamente culturales’.

Desde lo genuino de sus diarios podemos acercarnos más fácilmente a una vida que tiene mucho que aportarnos, también en la valoración y defensa del medio natural, de los árboles, con los que convive. Desde su inmóvil presencia le transmiten una lección, entreverada de tiempo que se hace luz. En nuestras estancias en Oseira, desde los años ochenta, hablamos de él con algunos monjes, quienes apenas le valoraban. Quizás por frases sinceras como ‘Busco a Dios, al Dios vivo, y no sólo los consuelos de la religión.

Y puedo decir que incluso en el monasterio he sabido poner en su sitio la religiosidad que a veces es más un obstáculo que una ayuda’, en la línea de Ghandi, del que escribió en 1965. En el de Chuang Tzu, de este mismo año, interpretación personal y espiritual, como dijo, abre la fase final se su vida, con los maestros Zen proponiéndole incursiones a lo indecible, con los pájaros del deseo. Este último título une precisamente a Cao con Merton, siendo el cantar de la ‘passariña’ de la Cantiga CIII lo que posiblemente llevaría al Cao profesor de literatura a Armenteira en su viaje espiritual, que es interior...

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