Opinión

Instalaciones cerámicas de Flor Fernández

Vuelve, un lustro después, desde Bilbao, Flor Fernández Santamarina, con sus obras a Ourense. Había llegado con Soño da Materia en la primavera de 2010 al hall-pasillo del Auditorio de San Francisco, en el plan expositivo municipal.

La rueda de carro a modo de tapiz/tela expositiva, desecha en sus partes/cambas, con porcelana blanca y azul, sigue siendo una imagen que la define, elección de los materiales, tradición y atavismo, desde el mundo agropecuario de sus orígenes, a mediados del pasado siglo, en el valle del Támega (Estevesiños, Verín). Mas lo inadecuado de la no-sala, que hace vana la tarea del comisariado artístico, unido a la evidente dificultad de acceso, han abocado a su invisibilidad para la ciudadanía. Mas sirvió para acercarnos al discurso estético de Flor Fernández, y su mundo, en el que alterna ensueño y geometrías, alternancia o dicotomías, que se manifiestan en la exposición que trae a la sala pequeña del Centro Cultural de la Deputación Provincial.

Esta es una acogedora trampa desde sus dimensiones, llenándola usualmente los artistas, una de sus dificultades ante la falta del término medio, no sólo en las salas... Llena la artista su espacio con sus obras cerámicas recientes, y otras de exposiciones anteriores, alguna de 2004, con lo que la muestra se convierte así en un elenco que opera como retrospectiva de su quehacer. Delante, su obra más reciente, ‘Os cerebriños do arco da vella’, que da título al dispar conjunto. Comparten espacio obras que se basan en el Dalí de la Persistencia de la memoria, aunque con violines en vez de relojes, con Sempre a vida, inspiración de los líquenes y hongos en el húmedo tronco de árbol, o Arando el cielo, una escultura de hierro, abanico de su poética plástica. Más reciente son Átomos de vida, a la entrada, vistosa instalación de material cerámico. La utilización de cuencos/cestas, con pequeñas piezas le permite recrear la entrega u ofrecimiento, mas también la emoción del bazar, con los productos extendidos en el suelo.

Otras instalaciones muestran un recorrido en el ámbito del género, tal su Nai terra, jersey-tapiz de rojo hilo de lana tricotada y ovillo en cuenco, o sus heroínas, nominadas sobre los blancos huevos en su nido… Hierro y porcelana, que une el fuego, en su gestación, son elemento transformador por intermedio de la pasión. La artista ha expresado otras vías en el pasado desde la fotografía, participando en algún Outono Fotográfico (con Miguel Ángel Antolín, en el Claustro del hotel-monumento de Santo Estevo de Ribas de Sil). Alguno de sus relatos, que ha ido narrando en un programa de radio, ha visto la luz en forma de libro. Las esferas de porcelanas de fondos negros, espléndidas y sugerentes, de las que emergen pequeñas piezas-conchas, en cinco delicados colores tonales, es su pièce de résistance. Esmaltes artesanales, barros blancos para sus nubes, azul, amarilla, o rota. Arte de mujer en la sala más femenina del Centro Cultural. Mimar a la mujer-artista, apoyarla doblemente, con decisión. Visibilizarla es enriquecernos.

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