Opinión

Maximino Zumalave, pasión por grabados y dibujos

Dalí ante su óleo Mystique de la Gare de Perpignan, luego pasado a grabado.
photo_camera Dalí ante su óleo Mystique de la Gare de Perpignan, luego pasado a grabado.

Con dos obras de Jorge José Castillo (Pontevedra n. 1933), concluye la valiosa muestra sobre papel que se exhibe en la sala 1 del Centro Cultural de la Diputación. Grabados en 1991, por un artista cuya obra visita la ciudad desde las Bienales de Grabado que coordinaba hace dos décadas en Caixa Ourense Carlos Quesada, y que, con Eduardo Naranjo, se asentaron en la memoria. Su presencia realza esta exposición por la contrastada calidad de este artista internacional de origen gallego. Con el, Johnny Friedlaender (1912-1992), expresividad desde la geometría y el color, alemán con origen judío y nacionalizado francés, refugiado del nazismo, y academia reputada. Expresiva de su decir es Éclats, y alguna de sus obras sobre pájaros. Otras cuatro obras se exhiben, asimismo, de Hans Hartung (1904-1989), sugerentes en su expresividad, y tamaño, en lo que competía con los expresionistas abstractos en contraposición a sus obras de pincel, de formatos menores que ayudan a concentrar su lado intimista próximo a las caligrafías de tinta china orientales. Todas estas piezas, con las de Tàpies, Winkler y Lam, compensan el recorrido histórico desde Durero, a Rubens, Rembrandt y Piranesi. La de Antoni Tàpies (+2012), de 1987, es una objetivación y grandeza del tronco del cuerpo desnudo masculino, en consonancia con la fragilidad humana y lo anónimo. Lleva los signos diacríticos del gran artista catalán, influenciado por el arte y filosofía asiática oriental. A su lado, uno de los desnudos masculinos de aire totémico del neoexpresionista “A.R. Penk”, alias de Ralf Winkler (1939-2017), artista alemán de Dresde, reconocido como músico de jazz, y poeta. Con Figure ocre, 1975, del cubano Wifredo Lam, (1902-1982), quien defendió desde su proteico arte de pintor, escultor y ceramista la libertad y dignidad de la vida. 

El orden cronológico se inicia con una obra menor del más grande del Renacimiento, excepción hecha de las cortes italianas, Durero. El que reproduce una pintura de Pieter Paul Rubens, Cristo conducido al calvario, ayudado del Cireneo, fue hecho fielmente por manos expertas, extraordinaria composición que ejemplifica el estilo Barroco del maestro flamenco. De su coetáneo Rembrandt H. van Rijn destacamos un paisaje de su Leiden natal, llanuras de los Países Bajos, dominado por tres árboles, con molinos y campesinos, una de las grandes obras de la muestra, aunque no debe engañarnos su pequeño tamaño. Una de las vedutas de G. Vassi (+1782), con Roma en el foco, ante la de la Piazza Navona del gran Piranesi, de 1773, admirable en los detalles y perspectiva.

Entre aquellos y estos, destacamos un apunte litográfico de un posado femenino desnudo de Kokoschka (+1980), reconocido maestro de la tercera ola expresionista en Viena; un hermoso dibujo de T.Lautrec, explícita de lesbianismo, la Bacanal de Picasso, música, sexo y vino, los jóvenes que retozan en el río, una glorificación de los cuerpos, expresión decantada del idealismo alemán de von Hoffman, ca. 1915-1920; Chagall, Ernst y Dalí, o los recientes de Dorazio, muestras todas cual perlas de collar que atesora el coleccionista prestador Maximino Zumalave, relevante pianista, director de la Real Filharmonía de Galicia. Llega como primicia decantada suya, parte por el todo de sus 2.000 obras, gracias a Xurxo Lobato, con Rosario Samiento de comisaria.

Te puede interesar