Opinión

Soledad Penalta en Ourense

Desde A Coruña, llega la artista de Noia, Soledad Penalta hasta el Centro Cultural. No es una exposición intrascendente la de esta gran creadora, a la que nos hemos referido hace unos años con la calificación de ‘gran dama de la escultura gallega’. Con una amplia trayectoria expositiva, que rebasa los treinta años, con obra monumental en diversas ciudades gallegas tras su paso por Estados Unidos, su presencia se ha ido imponiendo desde un sugerente decir plástico que habla con metálicas formas.

Con ellas bajo el brazo, desde los pasados años noventa ha ido abriendo el cerrado espacio escultórico masculino. Sus fuertes manos pliegan con determinación las láminas, que devienen dúctiles en curvas y contra curvas, convexas, cóncavas otras, angulosas por veces… La muestra puede semejar fría desde la sensación que emana de las brillantes láminas metálicas con las que trabaja; mas es aproximarnos y percibir la calidez de las formas, con las pequeñas figuras que las pueblan. Sus siluetas, recortadas en rítmica danza, buscan en el discurso un sentido humanizado. Son figuras en movimiento, que bailan de la mano, al matissiano modo.

En otras, las figuras sobresalen en tropel de pasillos de cristal fucsin, túneles de luz y color, que vino aquí antes en una colectiva de la cristalería coruñesa El Reflejo. La vorágine de su atropellado movimiento, una alusión a la vida cotidiana, y la policromía vítrea, no debe distraernos de la percepción de una de las querencias de Penalta, la de la lectura, y su expresión en la escritura, que incluye en sus obras, poesía que a su mente viene y escapa hacia el papel, para hacerse luz en el hueco de sus esculturas.

Son textos que convierten sus obras en papiros, o pergaminos, palabras que las taladran con escritura caligráfica cursiva. Así los tubos-fajas suspendidos, con fragmentos de las Rubaiyat de Omar Khayyan. Así en aquella cuarteta, ‘En el vértigo de la vida sólo son felices / los que presumen de sabios y los que no tratan de educarse...’.

Otras piezas evocan, al ser tocadas, las sensaciones cinestésicas del viento entre las hojas, cómo cabellos, que caen en cascadas desde la pared, y hablan al pasar la mano, desde sus filacterías con laicas oraciones, en las que habitan palabras como la música de Erik Satie. Son desde su título, imágenes y sentimientos: ‘Palabras precisas para encender el fuego’, ‘Inmovilidad de las ramas y los pensamientos’.

Trae Soledad el pilar que llevó a París al Salon d’Autonne 2014 de la mano de la galerista Cristina Carballedo, ‘Sempre, antes, amodo, detrás, debaixo, enriba, adentro, arredor, despois a beleza’: una declaración de galleguidad. Hay un amplio camino entre aquella Soledad Penalta que llegó al Ateneo de Ourense, en 1984, en su primera exposición más allá de Noia o A Coruña, con piezas de cerámica refractaria (había una en sus fondos) y esta de las ‘Esculturas del día’, que llegan de la Bus Station Space de Compostela. La presencia de la artista en esta sala de columnas entre el vino Alberte y el ágape permanecerá en el tiempo.

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