Opinión

Adolescencia sin frenada

A veces da la impresión de que los que diseñan los programas educativos nunca se han batido el cobre con los chavales en una clase ni mucho menos han tenido que criar churumbeles. El problema es de los gordos. Arrastraremos un déficit en las siguientes generaciones peor que el económico que tanto parece preocuparnos. Y no será precisamente la capacidad cultural o manual la cojera que arrastrarán el resto de sus vidas. Mientras se tenga Internet al alcance de un dedo, la posibilidad de coscarse de lo que no entiendes tiene remedio. Basta con un poco de interés y de atención. 

A estos chavales que hoy campan por los institutos les han acelerado tanto la adolescencia que es difícil no pasarse de frenada. Resulta imposible que sean capaces de discernir si son niños o ya han franqueado la edad penal para pagar por las gamberradas. 

Antes, la 'Generación EGB' aterrizaba en el instituto a los 14 años. Ahora, los rapaces educados en la ESO lo hacen a los doce, si no han nacido en los últimos meses del calendario, que se plantan a los once años al lado de unos mozalbetes a los que incluso ha dejado de hacer gracia el experimento del canuto. Y los profesores, acostumbrados a tratar con alumnos a los que se le presumía cierta responsabilidad, no están dispuestos a cambiar pañales ni a sonar los mocos como sí hacen los maestros de primaria. La mezcla es más explosiva que un botellón descontrolado. El chaval de doce años pide una calada para parecerse al de diecisiete y el de diecisiete no está dispuesto a hacer de centinela porque bastante tiene con prepararse para subirse al trampolín de la vida.

El que haya pasado por la puerta de un instituto habrá alucinado sin necesidad de sustancias legales o prohibidas. Los niños, porque todavía no pueden considerarse ni siquiera adolescentes, le dan al 'fumeteo' con total descaro sin valorar las consecuencias en el futuro para su salud. Si alguien fumaba en la segunda etapa de EGB, que comprendía de los doce a los catorce años, la reprimenda de los profesores era tan necesaria como brutal.

La Educación debería tomarse en serio y los partidos políticos comprometerse a consensuar un programa que dure al menos dos décadas hecho por los que sí saben.

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