Opinión

Ánimo, chavales

Los niños han sido unos suertudos durante el confinamiento por la pandemia de covid-19 en contra de lo que puedan decir los padres sobreprotectores y algún estudio psicológico o pediátrico de dudosa fiabilidad. Los más cativos han disfrutado de los progenitores las 24 horas del día, que es lo que más desea cualquier churumbel, y su horizonte temporal no abarca más allá de la noche. Otra cosa es la carga que ha supuesto para los adultos la cuestionable decisión de mantener los centros educativos cerrados, pero ya no toca remover lo que no se ha hecho, sino clarificar lo que se va a hacer el próximo curso, asunto que no va a ser fácil como ya se está apreciando en el esbozo del plan porque hace falta más personal docente.

El drama por la muerte y el aislamiento de la generación que contribuyó al bienestar de esta tierra tardará en cicatrizar, pero ha brotado la sensación compartida de que les hemos fallado y de que es necesario revisar el modelo de residencias con rigor en el análisis, pero también con generosidad porque ni los responsables de los centros públicos ni de los privados se sienten satisfechos cuando se les muere un anciano. Muchos adultos las pasarán canutas para recuperar el empleo o para volver a levantar un negocio, pero mientras se pueda cerrar la persiana del día con vida siempre hay un motivo para celebrar. 

Para los adolescentes, en cambio, se redobla la dificultad para el tropiezo con el amor y la candidez de los primeros besos. Hace unos días, dos parejas de púberes se enroscaban a la vez y a la vista de todos en un parque como si estuviesen compartiendo la última gota de oxígeno del planeta. La imagen trajo al presente aquellas verbenas que tendrían que estar a punto de sacudir Galicia y a las que se acudía con la intención de sacar a bailar a la persona que te gustaba. Los adolescentes no harán puñetero caso a las recomendaciones sanitarias como la doble pareja del parque, y es natural, pero el miedo estará siempre de ronda y no por la aparición de los padres. Y cuando se estaba acabando este folio llegó la conviviente para corregir: "Te estás equivocando al juzgarlo desde tu experiencia, esta generación está feliz en casa, sólo necesitan un ordenador y un móvil". Aun así, ánimo, chavales. 

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