Opinión

La ausencia de Rosalía Mera

Es difícil calcular cuánto perdura el recuerdo de alguien que ha fallecido con méritos que acreditan la proyección social que ha tenido en vida. Por primera vez en los últimos siete años, el aniversario de la muerte de Rosalía Mera, cofundadora de Inditex e impulsora de la Fundación Paideia, sólo ha sido recogido en "Vanitatis" de "El Confidencial", espacio dedicado a asuntos del 'cuore' y maneras de vivir acomodadas que a Rosi le parecían una horterada. 

Diñarla es una faena, a no ser que lo desees tanto como el tetrapléjico Ramón Sampedro, pero si sucede un 15 de agosto hay más probabilidades de que los medios repiquen la semblanza cada verano porque suele haber más espacio para foguear al becario que noticias con las que ocuparlo. La ausencia de Rosalía, aunque la Fundación Paideia sigue trabajando en la inclusión de personas con capacidades distintas de la mano de su hija Sandra, no sólo se siente por el filo de sus intervenciones públicas. Ella fue la primera en inculcar a los empresarios la importancia de la responsabilidad social y la obligación ética de ofrecer una vida laboral en vez de limosna en una época en la que el departamento de recursos humanos era homologable a un capataz con mala leche.

Anxo Queiruga, presidente de la Confederación Galega de Persoas con Discapacidade (Cogami), alertó ayer del descenso de un 56% en la contratación de este colectivo desde el inicio de la pandemia e hizo un llamamiento a empresas y administraciones públicas para que "no bajen la guardia a la hora de ofrecer oportunidades laborales a los que siempre han experimentado en primera persona los efectos negativos de las crisis". La presencia y el carácter de Rosalía  Mera mutiplicarían el efecto.

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