Opinión

Buenas noches

Avelino acaba de entrar en la cuarentena pero ya rezonga como un jubilado sin aficiones. Los colegas lo vacilan achacando su manía de echar de menos costumbres de las que no participó, o difícilmente podría recordarlas en caso de haberlo hecho, a que debe ser cierto que los nombres condicionan el carácter. Brais, Uxía, Gonzalo, Lola y Nicolás son los primeros gallegos alumbrados en 2018 en Lugo, Vigo, Ferrol, A Coruña y Ourense, aunque en la Galicia interior hubo que esperar hasta las cinco de la tarde. Es comprensible el retraso porque Ourense se ha convertido en la primera provincia con más pensionistas que personal ocupado y, salvo muy raras y contadas ocasiones, los jubilados no se quedan preñados. 

Avelino suena a añejo. Al ser el único hijo de unos padres veteranos a veces confunde como propias experiencias escuchadas a sus progenitores. Lleva desde el día del sorteo de la lotería rumiando que estas fechas han perdido su esencia desde que la peña ha dejado de utilizar el correo postal para enviar felicitaciones navideñas escritas a mano. "Los mensajes de ahora son como fotocopias. Antes nos pasábamos varios días seleccionando a los destinatarios de las postales y pensando unas palabras para cada uno", argumentó con solemnidad antes de que comenzase el chorreo de mensajes por WhatsApp para despedir el año. "Esta noche apago el teléfono", anunció, pero fue el primero en dar la turra con la felicitación de la anciana a los "cabrones". 

La tecnología nos ha hecho menos selectivos porque cuesta lo mismo sellar una postal que varios cientos. Avelino lleva razón cuando critica la cantidad de tiempo malgastado en contemplar vídeos chorras y en responderlos por cortesía, aunque hayan llegado por la mala suerte de estar en una lista de contactos de alguien que envía a granel una imagen presuntamente ocurrente. También resulta chocante que hasta el fulano más insolente se pase un par de semanas deseando felicidad por las Navidades, Nochebuena, Nochevieja o Año Nuevo. 

Hay celebraciones en las que no existe coartada para la mala educación, como tendría que suceder las noches y los días de todo el año. No importa el soporte, sino el propósito.

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